sábado, 1 de octubre de 2011

LA MUERTE DE LA MÚSICA


Encontrábame yo ayer muy a gusto en Discos Pat, escuchando música y manteniendo una animada conversación con Fran y un cliente cuando salió la conversación de la sempiterna crisis... y más específicamente, de la crisis a nivel de la industria musical. Si bien es cierto que los amantes de la música estamos viviviendo aciagos momentos de incertidubre sin saber para qué lado va a tornar la balanza, no es menos cierto que la excusa para no comprar música, y en general cultura, se hace cada vez más imprecisa.
Evidentemente, en todo ésto ha tenido que ver el abusivo precio de los cds a lo largo de su existencia, pero la verdad es que últimamente y en líneas generales los precios se están volviendo bastante asequibles, quedando no obstante un reducto intocable de ediciones japonesas, cajas y demás pijadas que no están al alcance de cualquiera. Me cuesta creer que estando los chiringuitos llenos, la feria abarrotada, los adolescentes con su BLACKBERRY en mano con tarifa plana a internet, los libros digitales llenos de miles de libros gratis bajados clandestinamente (y encima auguran según algunos la caída del libro de papel tradicional), tengamos que aguantar todavía que algunos digan que no pueden permitirse comprar música por tal y cual cosa... y digo yo... ¿no será un problema de escala de valores?... ¿no será que en realidad no somos tan amantes de la música como decimos?... ¿somos conscientes de que estamos acabando entre todos con la cultura, o al menos idiotizándola?.
Bien, pues yo voy a permitirme ser abogado del diablo e imaginar un hipotético y utópico mundo en el que por fin se destruye la mediocridad musical de OT y compañía, desaparece la música en centros comerciales y grandes superficies, y por fin dejan vivir en paz a los amantes de la música en sus pequeños antros y tiendas especializadas, dejándose llevar por el regusto nostálgico de lo verdaderamente auténtico, que es la transmisión de la música de mano en mano y dejándonos de amazones, ebays y demás cacharros que nos ahorran 1 euro y nos matan la música...
Recuperemos el contacto personal con los tenderos y sus tiendas, dejándonos llevar por el lado más analógico del ser humano, no sea que el día de mañana desaparezcan y los añoremos más de lo que nos imaginemos. Sirva pues esto también como homenaje a los que aguantan estoicamente por el amor a la música, ya que contra corriente y contra todo pronóstico, están ahí porque todavía existe el coleccionismo, a pequeña o a gran escala, y porque gracias a los dioses del olimpo el tacto del disco y su libreto y su posesión material aún importa algo para algunos.

¿EXAGERO?... que cada cual piense lo que quiera.

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