martes, 2 de octubre de 2018

IMPROVISACIÓN LIBRE EN LA POLIVALENTE: OWCZAREC/ABAD/GUILLÉN (1 de OCTUBRE)



No sé si es casualidad que llevara una semana dándole duro a la grabación de BRÖTZMANN y BILL LASWELL conocida como Last Exit. Si miráis la foto de arriba, ambos recuadros de la izquierda formarían el combo Brötzmanniano de saxo y clarinete y el recuadro de la derecha sería los dominios del inconmensurable bajo de Laswell. Todo esto que os cuento está ocurriendo exclusivamente en mi mente, así que tampoco me hagáis demasiado caso... simplemente tiendo a conectar cosas a ver si así aligero mi encierro en un pabellón psiquiátrico.

Claro, no se me pasa que GUILLÉN no está tocando un bajo sino una guitarra, pero tan jodidamente procesada que la forma de percutir las cuerdas en la primera parte de la excelente sesión de improvisación en LA POLIVALENTE es casi Hardcore/Punk. Sé que he dicho en muchas ocasiones que me recuerda a RIBOT o a FRITH pero allí puesto en el suelo, delante de los tres músicos, sentía en mi pecho la vibración de unas cuerdas afinadas en lo grave, o procesadas en lo grave por los tres pedales (sinte incluido) que transformaron la guitarra en una taladradora de esas industriales que te despiertan los sábados por la mañana. Dura, versátil, camaleónica y siempre, siempre "dentro" del pulso. La improvisación es un pulso y puedes resbalarte y caer o cabalgar la gloria matemática de aquello que se siente antes que suceda en tu maldito entrecejo. Es una forma de meditación ancestral sólo apta para iluminados.

Por lo tanto, la primera parte del concierto fue agresiva, con un dueto de vientos a cargo del saxo alto de PAULINA OWCZAREC y los clarinetes de SANTIAGO MARTÍNEZ ABAD, este último especialmente compenetrado con la guitarra mientras el saxo escupía una pátina agresiva, insistente y posiblemente abarcado la parte más lírica de la improvisación que oímos ayer. Hubo de todo, desde cuerdas destensadas a soplidos inhumanos cercanos al digeridoo, y la música fue transmutándose de la violencia del Downtown neoyorquino a una suerte de suite tribal urdida a base de un Free Jazz de índole post New Thing que quitaba el hipo. 

¿Qué más puedes decir cuando te encuentras ante unos músicos que no han tocado antes juntos ni ensayado y te sueltan tal flujo de energía?. Tienes dos opciones, unirte al flujo y transformarte en protones, neutrones y electrones, o negar tres veces y vivir una vida de mierda llena de llantos y crujir de dientes.










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