CAPÍTULO 1: ARBOLEAS
En el incomparable marco del Museo Pedro Gilabert de Arboleas establecemos nuestro punto de partida para la tercera parte del dossier sobre ALONDRA SATORI, célula de múltiples núcleos y configuración proteínico/espiritual. La mitosis parece perpetuarse y A.L.Guillén (a la voz, guitarra eléctrica, sampler, campanillas tibetanas, pandero afgano y samplers) comparte riego sanguíneo con J.M.Cidrón (sintetizadores, cantarina, campanillas y cuenco tibetano).
La fecha elegida para la sesión improvisada es la del 16 de Mayo de 2008, y el contexto o "alma" del trabajo circula alrededor de la figura del escultor almeriense. Creo que es momento de ponernos un poco en contexto:
PEDRO GILABERT GALLEGO nace en Almería en 1915. Hijo de campesinos, en un marcado ambiente rural abandona la tierra y tras participar en diversos trabajos sufre las penurias de la Guerra Civil (estando preso en campos de concentración). Mediante una humildad extrema, tallando en olivo con herramientas básicas en su corral como cuartel general, Don Pedro da lugar a esculturas enclavadas dentro del estilo Naif, muy expresivas, y con cierto carácter precolombino. Algo tiene la escultura del almeriense que parece entroncarlo con lo natural y salvaje. Quizás esas distribuciones de los miembros emulando exvotos o cierto cariz primitivo que parecen convertirlas en objetos arqueológicos desenterrados y harto difíciles de clasificar temporo/espacialmente.
Llegados a este punto y a tenor de equivocarme, creo que por la red existe bastante desinformación sobre este trabajo. Algunos medios lo citan como el tercer disco y otros como el segundo, pero el principal error radica en el cambio de la formación de dúo a quinteto. No es hasta el posterior "Promontorio Charidemo" que el carácter expansivo de la formación se establece con una ampliación considerable de músicos, y este "Los monstruos de Don Pedro" parece quedar un poco a caballo entre una y otra formación... al menos en lo que a líneas de continuidad se refiere. Pero que quede claro, aquí ALONDRA SATORI seguían siendo dúo. El disco lo edita EXTRARRADIO (EXT012) en 2009 tras la masterización del propio Guillén en LA ANTENA NOÉTICA.
CAPÍTULO 2: EL OLIVO UNGE
Con un minimalismo que roza la música antigua, la sesión comienza a base de percusiones etéreas sobre la que planean elementos étnicos, cuasi fúnebres, y de una belleza incólume. Un drone catedralicio que parece venir de otro tiempo es constantemente atravesado por elementos de una preciosidad extrema, huyendo del ruido por el ruido, y metiéndonos de lleno en un estado de contemplación; eso que Khrisnamurti llamaba LA OBSERVACIÓN ATENTA.
La música varía en extremo con su anterior trabajo y las maravillosas, cacofónicas irrupciones de la voz de Pedro Gilabert en forma de samplers me ponen la carne de gallina. El ambiente es oscuro, con cierto deje a homilía errónea, y reforzada por los cánticos de la voz de Guillén (aullidos, gritos, ecolalias), que parece marcar el tiempo como en un Via Crucis pagano que se rigiera por tempos mucho más bizarros. Dicho de otro modo, el aspecto Sufí/Arabesco es tornado en aristas más gnósticas, carente de credos, pero no por ello menos sublime y elevador... aunque bien es cierto que esas infecciosas melodías irrumpirán más tarde pero no tan marcadas como el anterior trabajo de la banda.
Estamos hablando de música netamente experimental, pero no puedo por menos que acordarme del Dark Ambient en esos flujos electrónicos de fondo; constantes, insistentes y ejerciendo de taladro del alma. Esta música busca horadarte espiritualmente tu esencia humana y dragarte a modo de vampiro sonoro tu soma anímico. La razón de ello es la escultura, por supuesto; ALONDRA SATORI convierte ese soma personal en su escultura propia, que en este caso es impersonal y totalmente transferible, apta para todo aquel que quiera entrar en comunión con ellos.
A partir del minuto 20 entra en escena unas percusiones tribales procesionarias, recordándome a una especie de RÄI correoso para bailar en pistas de bailes donde pulula el opio (como una cinta de Cheb Khaled pero puesto de psicotropos hasta la médula y tocando lento). El trance a estas alturas se hace evidente y nos hemos fundido en uno sólo. El problema de esto es que me estoy masturbando y en el fondo no sé a quién se lo estoy haciendo (cosas de la globalización sonora).
Cada vez ganan más protagonismo las guitarras (y la cantarina) que no paran de unirse en cópula con infinidad de detalles que me hacen preguntarme cómo esto no es una puta referencia internacional. Lo de ALONDRA SATORI es una gloriosa rendición de unos músicos cargados de una lluvia divina homenajeando a una figura como la de Gilabert, diluyendo su madera de olivo en savia y aceite sonoro que unge con el aceite que resulta de destilar sus esculturas a través de ALONDRA SATORI.
CAPÍTULO III: DEL SALADO SABOR DE LAS PIEDRAS
La música vuelve a mutar a partir del minuto 30. Sobria y en cierto modo cíclica, parece unirse al principio del disco cual ouroboros en el que la hez es al mismo tiempo alimento y desecho. Pocas veces he sentido estas sensaciones tan a flor de piel... quizás una de ellas fue cuando visité Petra en Jordania de noche, y al amparo de cientos de candiles que iluminaban la rosácea piedra, un beduino dio un concierto que ponía la piel de gallina.
La corriente ancestral telúrica no precisa enchufes porque su vía de transmisión es neuronal y sináptica. Si hablásemos de etiquetas, no podría quitarme de la cabeza el kraut pastoril de WITTHÜSER & WESTRUPP pero sustituyendo el humor por la introspección espiritual (véase GOLDWIN VON GOLOKA). Hippismo Kraut del Nuevo Siglo?... quien sabe.
La maraña de sonidos va y viene alternando pasajes más industriales, agresivos y Noise con otros más sosegados donde vuelve lo étnico y pastoral (vamos por el minuto 50 o así). Sale a relucir cierto aspecto progresivo (quizás en las guitarras) que me traen a la mente a los GONG de DAEVID ALLEN o incluso a otros proyectos que tuvo que no voy a citar por no hacer resto interminable (y con ritmos sureños).
Como mezclar cosas del sello PNEUMA con el Kraut Berlinés... o no.
Claro, la unión de cantarinas, cuencos tibetanos, guitarras pastorales y electrónica no puede por menos que traerte a los KALACAKRA, AMON DUUL, SILOAH y otro montón de fumadores de hierbajos que campaban por una abierta alemania en los 70. Algo que allí se glorifica y se exporta, pero que aquí se ignora porque somos lo que merecemos.
Una sesión inolvidable, en un enclave particular, y que no es más que otra muestra del gran legado que nos ha dejado ALONDRA SATORI. Música contemplativa inteligente, experimental, y que cual oscuro secreto vergonzoso parece no querer explotar y salir a la luz... para mí su legado sigue enquistado, y los historiadores más versados que yo del futuro vendrán a cantar las glorias de un grupo/comuna que no tiene parangón en la historia musical de nuestro país.
Pero la historia no termina aquí, claro.
(continuará)...
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