- Joven Orfeo –dijo Plutón-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición.
- ¡Oh, poderoso Plutón! –exclamó Orfeo-. Haré cualquier cosa que me pidáis con tal de recuperar a mi amadísima esposa.
- Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre.
- Así se hará –aseguró el músico.
He decidido por alguna razón que se me escapa que Eurídice sea mi carta de presentación de letras del músico de La Coruña MIGUEL SOUTO. Quizás sea por la tremenda carga trágica que embadurna esta preciosa cinta doble (como objeto es impagable), segunda parte de una trilogía (empezada en 2016 Ego Solus Ipse), y que lenta pero inexorablemente habla de la cópula perversa entre Thanatos y Eros que desemboca en ese caos infinito, nauseabundo y Sartriano de La Nada. Como suele ocurrir en este tipo de discos tan personales, me siento como un Voyeur montado en una barca que navega por mares serotoninérgicos; un intruso que no debería estar ahí pero que por razones del destino está. Ruego perdón por mi intromisión.
No creo que sea casualidad que la primera cinta se llame Eurídice y la segunda Orfeo, siendo éste quien baje al Inframundo, a la Laguna Estigia, a tratar con Caronte para conseguir llegar a Hades. Ambos amortajados en dos cassettes preciosas en una mortaja de plástico diseñada por TREBLE NOIR y editada por III ARMS / LA LLAMA INEXTINGUIBLE.
Aunque previos trabajos de Souto tiren de una estela más oscurantista, abrazando géneros como el Noise, el Drone o el Black Metal (por ejemplo en el proyecto SUDARIA o en el Black Industrial de S.E.K.H.), aquí en solitario se nos muestra en una belleza intimista tan prístina que las primeras notas de piano de "VI: Una Tumba de Ruido y Telarañas" me pilla totalmente desprevenido; a mí y a mis vellos, que en piloerección buscan hermanamiento con las estrellas. Diez minutos lánguidos, decadentes y apesadumbrados que entonan de forma fúnebre lo que el propio artista define con la tremebunda frase: "no ha forma de contar lo que nunca pasará, ni lo que nunca pasó". Un uso de los espacios entre las notas que me recuerdan al clasicismo del dúo ATTHIS en Una Botánica Propia (reseña aquí) y en Sentimiento Oceánico (aquí).
Se van abriendo paso efluvios de un silencio que no es tal, pesado, plúmbeo y que se transforma en una pátina que flota/borra la melodía del piano... que la lleva a un segundo plano. Así suenan los recuerdos. Ecos, rebotes, esbozos que parecen pero que no son. Como cuando te encuentras de repente a un amigo de la infancia y ves sus caracteres y su fisonomía intacta, pero cuando te fijas o entablas una conversación un aire de extrañeza irrumpe de forma salvaje haciendo tensa cualquier conversación. Así suena el final del primer corte; como extractos de conversaciones radiadas amputadas de vida y reducidas/destiladas a una esencia que vive sólo como impulsos eléctricos.
Se desvanece el piano y llora la electrónica. Ruido. Amplificación de un cuerpo (in extremis) en descomposición o de un alma (in excelsis) que se evade de la realidad, Souto marca de cierto Harsh Noise pegadizo que coquetea con la electroacústica en "VII: Veneno".
En la Cara B de la primera cinta, "VIII: Antes de Cruzar el Portal" o veinte minutos de un bilioso Noise teñido de Dark Ambient asalta los tímpanos del oyente. Una voz lejana, pasada por vocoder o sampler, pone las coordenadas en el Power Electronics malsano. Al fin y al cabo, no es el primer trabajo que el género dedica a la pérdida y la muerte... aunque con otro acercamiento se me ocurre compararlo con How Welcome is Death to I Who Have Nothing More to Do But Die de CON DOM.
Subidas y bajadas de potenciómetros se alternan con un pulsátil y constante drone sobre el que se desarrolla un diálogo de golpeteo de metales. La voz va y viene, métrica medida a la perfección para encajar poesía corrupta en la maraña de ruido aunque cuando crees que va a seguir el tono violento hasta el infinito, el tempo baja y la música se desnuda quedándose en truenos lejanos y campanas tocadas a muerto que se deslizan como una procesión o rito religioso antiguo. Se me ocurre comparar esto con NO FESTIVAL OF LIGHT, ARCHON SATANI o BRIGHTER DEATH NOW, pero siempre con matices... no en vano III ARMS ha editado cosas tan oscuras y experimentales como NOIR NOIR o HEULEN, grupos que sigo bastante desde su paso por MAGIA ROJA.
Si todavía había carne y cuerpo presente en las notas de piano que abrían la cinta, aquí hemos pasado a cohabitar la inexistencia. No quedan humores que evaporar pero sí memoria, recuerdos, fístulas en el alma que imprimen de ponzoña la existencia y que tienen su equivalencia terrenal en esos cantos pseudo tibetanos, throat singing o procesamiento de voces que hacen que pasemos de la melancolía inicial a la más densa oscuridad. Así se cierra Eurídice y se da paso a Orfeo.
"El Canto de las Musas Sin Voz" existe por inercia. La apertura de Orfeo es un acople de guitarra procesada característico del Drone y que abruptamente cede el protagonismo a una cósmica sábana de teclado que puede recordar a unos POPOL VUH o TANGERINE DREAM de sus inicios. Me gusta mucho el tono Lo Fi que se le ha dado a la grabación... se siente orgánico y puedes mascar entre tus empastes el chicle eléctrico gomoso de la música. La minimalista pieza "Un Dolor Punzante" es un entierro electroacústico de cariz concreto y experimental fabuloso. Quizás estoy mal de la cabeza pero me suena a Saeta Noise experimental.
"Fiel a la Rosa de lo Inmundo", claro homenaje a los necróticos versos de PANERO, sirve de corto puente ruidista hacia la final "Pulsión de Pulsión" que cierra el círculo a la perfección entroncando con el primer tema de Eurídice. Si aquel era melodía ordenada neoclásica de piano, en Orfeo una tonada de cuerdas (cello, bajo o lo que sea) rasgadas con arco imprime desesperanza sin retorno. Una circular melodía recurrente, acuosa como el llanto, deja vívidas úlceras a su paso por las mejillas (el curso de un río)... al más puro estilo DOCE FUEGOS (aquí), todo se va amontonando en capas y loops.
¿Y no es un Loop el Duelo?.