miércoles, 4 de enero de 2012

BASTIONES CONTRA LO IGNOTO




El fino hilo que separa vida y muerte es tejido por manos invisibles que controlan nuestra existencia. Invariable e inexorablemente nos vemos forzados a vivir un tour de force existencial donde no sabemos cuándo va a ser nuestro final (y yo que creo en lo cíclico y la vuelta a lo vivido, pues evidentemente tampoco sabemos cuál es nuestro principio). El día a día de nuestras vidas es un pequeño compendio de detalles en apariencia triviales pero que conllevan probablemente la clave de lo que somos y hacia donde nos dirigimos, pero con la particularidad de que hemos perdido la brújula que nos ayuda a caminar y el libro de instrucciones que debería acompañarnos ha quedado borrado y olvidado en la memoria ancestral de nuestros antepasados.
Nuestros pies ya no rozan la tierra. Nuestros miedos quedan ocultos por las luces de las grandes urbes, que espantan al exterior los acechantes peligros que aguardan ocultos y soterrados en la línea tangencial y divisoria entre lo salvaje y lo políticamente correcto.
Lo que da miedo se oculta. Es tabú, y tabú de siglos no existe, sino que pasa a convertirse en mito y leyenda susurrada en la luz de las hogueras...
Si estuvimos alguna vez cerca del MISTERIO fue cuando hablábamos a la lumbre de una hoguera, en medio de un páramo o al abrigo de una roca, mientras en el cielo titilaban luces que no comprendíamos pero que reverenciábamos, como la extraña, luminosa y calurosa bola de luz que apartaba la negrura al lado oculto de la tierra.
Lo que da miedo se calla porque no conviene. Vivimos como regalo pero hemos convertido el regalo en soberbia. Soberbia teñida con aires de inmortalidad que al final cae como castillos de naipes junto con todo nuestro maremágnum de materialidad. ¿Dónde va un alma cuando su cuerpo se apaga?...
¿Acaso el hombre no teme y se estremece ante la oscuridad del bosque?, ¿acaso los miedos primitivos y primordiales no siguen aguardando en la indómita naturaleza, donde cualquier paso en falso acaba con una vida?, ¿y si derrumbaran las ciudades que se han convertido en bastiones contra lo ignoto y volviésemos a encararnos con la soledad de las estepas... y si nuestros materiales objetos no son más que ladrillos que intentan separar la muerte del cronómetro de nuestras vidas?.

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