Los mejores discos del año no se visten de gala en grandilocuentes ediciones complejas en vinilo de 3.000 pulgadas o fastuosos sacacuartos. Los mejores discos del año no aparecen en cómodas listas que se hacen como se hacían los exámentes complejos, copiando al de al lado. Los mejores discos del año son esos que llegan como paquetes bomba a tu buzón, carecen de créditos y van vestidos en una simple cajita de un todo a 100 con una portada impresa en blanco y negro (y recortada a mano). Es la paradoja de una industria que fagocita lo verdaderamente interesante en alas de productos prefabricados que a ser posible sigan, especialmente en terrenos avantgarde, lo que la propia industria tilde de avanzado.
En esa categoría de mis discos del año entra este impresionante (con mayúsculas) BEIRE de Xavier Abaunz a quien entrevisté hace unos años con motivo de Ilunpean Arnas Hotsa Entzuten (Jollies, 2020) y que recién revisado me sigue pareciendo un texto adecuado para entender bien qué se cuece dentro de la cabeza del artista. Beire, que ha salido en el microsello Series Negras de DJ AMSIA (hace poco os traje la reseña de Street of Crocodiles), pertenece (al igual que Dj Amsia) a esa categoría de entes musicales ultra olvidados que se mueven dentro del alquitranado círculo del matadero de Azkoitia y que en mi sesgada psique no puede evitar comparar como una versión avanzada de Akauzazte, Corsas Desastre, Killerkume, Conteiner o cosas muy pero que injustamente olvidadas como Autoa (Alone Records, 2002).
Si bien Beire suelta el lastre del Dark Ambient y los coqueteos con el Black Metal (coger con pinzas esto), y transforma la oscuridad en nostalgia y evocación, no menos cierto es que existe una perfecta solución de continuidad o hilo umbilical que va desde Ilunpean al disco que hoy os traigo... basta escuchar el himno de apertura "Kolpea zerun hegan etten" donde confluyen de forma perversa la canción de cuna con aroma a NeoFolk marcial (quizás por las bases loopeadas de un tambor tipo bodhran y esa especie de rapeo abotargado) o el obsesivo ritmo minimalista "Heguk moztute" con un fondo acojonante rozando el Dub que hace palidecer al mismo John Hassell (artista que asoma en varios momentos puntuales como la selvática y extraña "Bidin pisamierdasak jantzi"). "Otsui esku eman" sin embargo viaja a la noche oscura del alma con lo que parece un sampler del `irrintzi o grito vasco´, "Beien geldiu esperantzak" es un tiovivo occitano de rutilante acordeón con flautas de hueso (los susurros vocales también recogen mucho de la escena del Pagan), "Atzetik" visita una plañidera canción de cuna para niños nonatos y "Eztao ezerre" epiloga el disco con el estribillo más infecto contagioso que recuerdo. Eclecticismo desde luego no falta.
No me atrevo a citar de lleno a la Vaporwave porque sinceramente esto me parece muchísimo más elaborado y complejo aunque en su extensión hay tiempo para casi que todo (66 minutos divididos en 24 cortes). El tono ensoñador y melódico ("Ez ginen alkar ezautu") huye un poco de los oscurantismos rasgados y de la electrónica terrorista previa aun manteniendo la pátina vasquence a través de lo que se me antoja (en general, y sin entrar todavía en demasiados detalles), una especie de cruce entre temas de muy difícil clasificación basados en guitarras ("Ezin kendu burutik" o el necro electro Blues "Mississippi Blind Mike"), Lounge Folk atiborrado de opiáceas bases caribeñas como en cortes como "Ilunpin" o el precioso y sesentero "Sorgin txiki bat zeala ilin hegan" (electrónica mezcla de Ambient, Canterbury, Jazz latino y Hip Hop). Voces que oscilan entre el Spoken Word y el Hip Hop se salen del tiesto con partes enrocadas de forma mediúmnica con las bandas sonoras de las películas de Jess Franco a través de un marcado tono italiano ("Idi Probatan") e incluso italo-disco ("Ixpilun aurrin gezurre").
Hay momentos que comulgan en espíritu con el Rap combativo francés ("Playa") y a pesar de tratarse de mundos distintos, el Folk muta hacia lo urbano hasta el punto de transformarse en una suerte de banda sonora apócrifa de cintas de culto como (La Haine; Mathieu Kassovitz, 1995). Los vaivenes lúgubres y sombríos abundan aunque a veces el abordaje es distinto; "Tristuran" (litúrgica) contrasta con "Ilunin eotekue" donde se repite `ad nauseam´ un loop que aporta cierto sinfonismo Lo-Fi. A pesar de ser excesivamente largo el nivel no decae. Flipantes partes de puro y duro Collage Art donde los Nurse With Wound se coagulan con Coil y el Trap actual, amenazantes y asordinados pianos rotos ("Badaki ze pentsau ber dun") que mezclan la Chanson lisérgica ("Semie") con Folk euskaldún.
Literalmente, un disco para perderte dentro una y otra vez.
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