Puesta la primera piedra de la Iglesia Musical con Demonios Tus Ojos en las postrimerías de 1988, la fructífera carrera de Javier Colis no baja un instante de intensidad ni de calidad en prácticamente 35 años. Imposible sacar pegas a Mil Dolores Pequeños que ya están inscritos por derecho propio en los libros (si los hay, que digo yo que los habrá) de rock experimental y avantgarde patrios pero para no repetirme pues os emplazo a reseñas anteriores ya que Javier ha estado presente en los últimos años en este blog con Notas de Abajo, incursiones en la Juan Belda Bit Band con Carretera Mágica o No Encuentro la Tónica, el binomio con Juan Pérez Marina de Sangre Fácil y Sangre Fácil II... pero bien es cierto que me faltaban dos dientes de la dentadura: Nadie en el Espejo que os traeré en las próximas semanas y este impagable discazo de La Femme Fakir que cosechó muy buenas críticas de público y gente que dice que entiende de música.
Por tanto, hoy recupero en `Spitting Tongue´ ese enorme discazo llamado La Femme Fakir que se editaría en Luscinia Discos en 2015 junto a Adrián Ceballos, Gloria March y Julen Palacios que bueno, os sonarán de Los Cuantos, Javier Colis y las Malas Lenguas o formaciones tan dispares como Rip KC, Melange o The Black Lennons (ya vosotros miráis cuál es de quién que hoy toca texto corto). En cuanto al nombre ya es más que sabido que viene de Koringa, pseudónimo de Renée Bernard (1913-1976) y que fue conocida como la única mujer faquir del mundo.
La Femme Fakir además de un excelente disco es (en mi opinión) una pieza iniciática en las carreras de Julen Palacios y Adrián Ceballos. El primero continuaría carrera con The Black Lennons y el segundo (y una vez disueltos los añorados Rip KC) se reinventa con Melange o Mohama Saz. Por su parte Gloria March empieza a asentar su carrera cinematográfica tras varios años tocando el teclado con Los Cuantos. Y digo todo esto, que es así excepto algunos flecos, para intentar comprender cómo es posible que una banda con tan enorme potencial no siguiera sacando discos. A veces hay tanta creatividad que el efecto es el de una bala con punta hueca... abrirse en abanico con otras historias que en este caso, pues han sido muy fructíferas; por aquí han ido saliendo los Black Lennons de Julen Palacios con Querida Lógica; Sebas y Conrado, Trabajo Fino y Delicado; Expertos en Mí o (ya con el nombre Goldstein Now) The Doublethink y Adrián Ceballos ha hecho lo propio con Viento Bravo (Melange) o Negro es el Poder (Mohama Saz).
La Femme Fakir son 35 minutos en los que el cuarteto madrileño se nutre de todo lo que se te pueda venir a la cabeza; brilla el Synth y Post Punk burbujeante de unos Spacemen 3 o algo que podría resultar de reducir a Suicide a cotas Pop en "Huesos y Movidas", corte que se estructura alrededor de un insistente soniquete de teclado, un pecaminoso riff de guitarra y gloriosas letras con estribillos infectocontagiosos. Sigue ese característico sonido crepuscular de la guitarra de Javier marca de la casa en "Blasfemia" que sin esperarlo acaba estallando en un salvaje inicio Zorniano en "Casi Leo a Gramsci". Avasalladora base rítmica entrecortada con toques a los momentos más Thrash de Lagartija Nick en Ulterior y fundido a esa serie de mini piezas Lounge Jazz de "Somos Realistas" que tiene hasta cuatro partes en el disco. Experimentales píldoras tan ultra sugestivas y triposas como desenterrar a Django Reinhardt para tocar con los Yawning Man y Fred Frith.
Tirando la vista atrás se ve el germen de Mohama Saz o Melange en cortes como "Estreno Marquesina" con inmensa percusión de Adrián y esos coros mediúmnicos llamando a la lluvia (ácida). Flipantes los devaneos de sintetizador en "Ruinas" que si la desnudas por completo te encuentras un temazo de Country futurista Junguiano abotargado de Ketamina, John Carpenter y otras lindeces; toda una reactualización fresca del sonido de Demonios tus Ojos o Mar otra Vez... distintos conceptos pero con la misma mala baba. Se rompen estructuras convencionales en "No Puedo Decidir" o "Pequeño Gran Cuerno", otra vez con esos cánticos Indios que se repiten en muchos momentos del disco y con dos guitarras que se salen, una creando una base casi drone y la otra soltando notas como si fueran volutas de humo en un pebetero. Reggae Jazz para "Sunrise (Amanece en Seseña)" y fin de fiesta apocalíptico con "Acepto Casas", temazo cargado de pedaleras sinuosas y la susurrante voz de Julen que se te mete en el tuétano con sus letras corruptas.
Poco más que añadir a un disco que adquirió la categoría de clásico instantáneo.
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