No sé si es algo magnético, telúrico o quizás el marchamo del destino está tratando de decirme algo, pero este es el tercer disco `de canciones´ crepusculares que me destroza el alma en lo que va de año. Desde La Batalla por las Tabernas de Bladimir Ros a Big Pacific Blue de Digital Mother, están mis trompas de eustaquio en alza en cuanto a exquisitez compositiva se refiere.
Los valencianos UKE se han marcado una belleza de difícil clasificación con Au Revoir Les Enfants, editado en Discos Belamarh en formato Digipack y con toda una plétora apabullante de colaboraciones que iremos viendo pero antes, hagamos un poco de genealogía. Bueno no, antes incluso quiero destacar la labor de un sello que poco a poco se va afianzando con una serie de ediciones que, por raro que parezca, sigue una línea argumental coherente moviéndose con artistas que bien pudieran participar en una Big Band de estrellas arquetípicas del Art Pop decadente, bebedores de absenta intradimensionales o comedores de setas urbanas de esas que se crían en arquetas a las que nunca les de la luz, al amparo del sustrato de algas que se descomponen; estoy hablando de los Javier Colis, Ana Béjar, Conde, Broke Lord, Crek Noarde y algunos más que están ahí de alguna u otra forma. Se parecen en todo y en nada, pero en esa capa tegumentosa en la que tengo una serie de neuronas desechadas que se me están descomponiendo a pasos agigantados resulta que tienen algunos genes que comparten, bien por su forma de entender lo que hacen, bien por una palpable subjetividad de esa que te encumbra o te entierra.
UKE son Laura Soriano y Roberto Martín, remontando actividad hasta allá por 1998 con NIZA y ahora con lo que resulta el tercer álbum del actual proyecto tras el homónimo Uke (2007, Jabalina Música) y Yo Era un cigarro (2013, El Milenarismo), por no entrar en el abundante corpus de Eps, Singles o participaciones en eclécticos recopilatorios como el ¿Cuánta Distancia Hay Entre Tu Alma y El Sol?: Un Tributo A Silvania. Pero bueno, no quiero complicarme demasiado y paso a la lista de colaboraciones que ya de por sí quita el hipo:
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Javier Colis: Guitarras eléctricas en "La Culpa"
Matthew Swanson: Bajo y wurtlitzer en "La Culpa" y "La destrucción o el amor"
Tony Crow: Sci synth en "La destrucción o el amor"
Alex MacManus: Guitarra eléctrica en "La destrucción o el amor"
J. Horror: Guitarras eléctricas y slide en "La destrucción o el amor", "Autoroute" y "El tiempo de los regalos"
Ernest Aparici: Trompetas en "Coltrane", "El tiempo de los regalos" e "Hinojo"
Manuela Giménez: Batería y percusión en "La destrucción o el amor" e "Hinojo"
Frank Gálvez: Arreglos de cuerda en "El tiempo de los regalos"
Javier Vercher: Produce, masteriza y toca la bateria, hammond, sintes y saxo en "La Culpa"
La masterización corre a cargo de Arturo Vaquero en Estudios Abrigueiro (Lugo) excepto "La Culpa" que es de Javier Vercher en Estudios Pannonica (Valencia), todo ello tras grabación previa entre Valencia, Madrid, Nashville y Posadas (Argentina). La vestimenta es la fotografía de AnneMarie Eluard.
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Abre "Solaris" con motivos electrónicos que parecen sacados de la película de Tarkovski. Pronto entra una guitarra desoladora, espaciada y que se yergue sobre ese drone personalísimo de electrónica que transcurre en segundo plano... dos minutos de desasosiego que se rompen en la psicorrágica "La Culpa", dentro de una sincopada melodía con estructura de bolero pero que se reviste de preciosismo Pop; no sé que tiene el wurtlitzer que siempre me vuelve loco. Las voces de Roberto con remates de Laura dirigidas bajo esa batuta incomensurable del siempre acertado Javier Colis, maestro entre maestro de melodías que te ponen del revés a través de una nostalgia que se apelmazada. Sigue la litúrgica "Hinojo"... gospeliana, introspectiva y tan bella que abre las carnes con su autoplegaria circular. Maravillosa la línea de piano y los arreglos de teclados y vientos sutiles pero que curiosamente conforman una malla casi sinfónica, hímnica cuando la trompeta mete sus aires marciales en un apabullante crescendo.
Cogemos aire con la más popera "La Destrucción o el Amor", de sabor latino y con similitudes a los últimos discos de Conde o Javier Arnal. Es increíble como tanta calidad a la ejecución y a la composición no estén a día de hoy lo suficientemente valorados y tengan que vivir en el underground más obtuso; a caballo entre géneros, con oyentes y periodistas musicales de orejas tapiadas o de postín que deberían rendirse ante esa lisergia eléctrica que subyace en la guitarra metronómica de la tristona "Autoroute", poesía musical mareante con ese vaivén de detalles y su sabor (en todo el disco) cincuentero a las guitarras. La música, transcurriendo tan minimalista y desnuda, se apoya en ligeros cambios rompedores como la voz susurrada de Laura en "Lo Vulgar", simplemente sobre una base rítmica programada.
En la sencillez se sustentan los imperios.. y si no que se lo digan al Haiku vocal en "Coltrane" y su originalísima letra: `No perderé la razón / ni hablar / No volveré a dudar de ti / Siempre me amarás / John Coltrane nunca temió / la soledad´. Para cuando entra otra vez la trompeta me tienen de rodillas intentando decidir si estoy en un Western de Leone a punto de ser ejecutado o en un mal sueño Lynchiano... y digo esto porque esos Slides, esos espaciados riffs que impregnan todo el disco (también en "El Tiempo de los Regalos") se unen a voces y vientos en una trenza que navega entre recuerdos, vivencias y anécdotas lo suficientemente abiertas para estar en la pantalla mental que visualiza un moribundo en sus últimos momentos.
El tramo final pasa por la preciosista "Adiós Muchachos", bañada en opiáceos en un tempo tan abotargado como un eructo del mismo Cosmos. Maravillosa la mini melodía de teclado que subraya algunos pasajes mientras las voces a ambas bandas ponen la carne de gallina (no sé si en el álbum hay algo de la película Au Revoir Les Enfants de Louis Malle y su trágica historia de niños en internados católicos franceses); al menos, así se titula el cierre desolador para piano y fondo de pájaros que estremece e invita a la reflexión y al silencio.
Bellísimo, personal y ecléctico disco.
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