La tercera obra del combo dúo SKULLFUCK se asienta como una verdadera bestia carcinógena en tus entrañas. Con una verdadera inquina personal, Aquilleas "Akipo" Polychronidis y Daniel Vega se marcan como objetivo sacarte de tus jodidas casillas a base de un Noise Jazz crudo, visceral y eminentemente agresivo. No en vano Colin Webster de RAW TONK RECORDS los ha llamado a filas para engrosar un catálogo que probablemente el ejército esté investigando para usarlo como arma de destrucción masiva.
Básicamente hablamos de Free Jazz, de improvisación y Noise, pero todo ello tapizado con los espasmos de una Tetania y las convulsiones de un síndrome febril sin foco. Las raíces del sonido en SKULLFUCK son difíciles de escarbar, y si bien su base podría ser el afrojazz a lo New Thing de un John Coltrane casi póstumo (véase "Interstellar Space"), por una extraña jugarreta del destino la violencia del Thrash primitivo parece haber retrocedido dos décadas en el tiempo y haberse apareado con el jazz de finales de los 60. Pero claro, la mala hostia que se gastan los europeos en el mundo del Free está ahí (véanse gente como Evan Parker o Peter Brötzmann), pero también explosiones de Downtown puramente Neoyorquino (ala Knitting Factory y John Zorn).
La forma de tocar la batería de Dani Vega no invita a la amistad precisamente, y habla de una especie de turbulencia tribal netamente africana que por cuestiones de globalización acaba emparentándose con la sequedad postindustrial de Einstürzende Neubauten. Algo así como Rashied Alí debatiendo personalmente con Christ Cutler sobre la conveniencia de golpear de frente o de lado una vieja caja abombada por la humedad.
Sobre Aquilleas "Akipo" he hablado anteriormente bastante de sus trabajos, y al final de la reseña incluyo algunos enlaces sobre los anteriores discos de SKULLFUCK y en solitario. Su visión del Jazz es personal y (puedo equivocarme) catártica. El instrumento se funde con su tráquea y tanto viento como instrumento se convierten en un todo biológico que emula a un insecto agresivo. Sus demonios personales hablan del extremismo Noise japonés (sólo los japoneses pueden extremizar todavía más algo ya tan rudo como el Free o el Noise) o el Heavy Jazz de unos Dead Neanderthals llevados a un paroxismo destructor.
Los dos temas que componen este trabajo se complementan en cierto modo. "Fireflies" toma como base un insistente y agudo chirrido que se repite a modo de bucle durante toda la duración del tema. Planeando por encima, Akipo alterna saxos tenores y sopranos para crear un asfixiante nudo con la batería que no se deshace mas que por unos breves segundos en los instantes finales. Netamente deudor de cosas como "Ascension" o el propio "Interstellar Space", el tema disuelve y traga el aire que te rodea hasta que te encuentras hiperventilando, viendo visiones atávicas y casi cagándote encima.
No hay espacio ni descanso, porque cuando batería y saxo se detienen, el bucle agudo continúa de fondo a modo de torrente que se repite una y otra vez... una marea endiablada en la que Daniel Vega parece una auténtica apisonadora humana (creo que produce más serrín de sus baquetas que en una carpintería en hora punta). Cuesta definir el sonido orgánico de la producción en Krakensound Estudio, pero básicamente se asemeja a una sesión en directo, sin trampa ni cartón.
El fin último de SKULLFUCK es disolverse en sonido, buscar el estado de máxima intensidad que virtualmente produciría un estado de miedo parecido al silencio absoluto. Para mí, el silencio extremo es la forma más agresiva de Jazz y sólo es posible alcanzar ese estado (samadhi) a través del ruido y la sobreestimulación. El saxo (creo que soprano, o al menos alternándose con el tenor) casi bordea la melodía en los últimos minutos del tema, a partir del minuto 12 o así, para posteriormente volver a arrancar en una cabalgada extenuante.
En "Mosquitoes" ocurre algo similar pero abordado desde otro prisma. El chirrido se sustituye por una suerte de loop vibrante que emula a un mosquito cojonero; electrónica y manejo de pedales distorsionan una nota de saxo produciendo un efecto similar a masturbar un diapasón, y metiéndonos de lleno en el minimalismo de la improvisación europea. El corte respira cierto aire ponzoñoso que me habla de mosquitos claro... pero también de ciénagas en plena selva. No hay más que escuchar la forma tribal en la que Daniel Vega mete las percusiones a partir del minuto cinco, momento en el que saxo y batería empiezan su particular diálogo primitivo. Algo así como lo que hicieron Don Cherry y Ed Blackwell en las dos partes del iniciático "Mu" pero mucho más extremo.
Los vientos aquí son mas agrestes y cuando el saxo de Akipo descansa, surge una melodía selvática de fondo que me hace mirar a los lados a ver si estoy en plena carrera de elefantes a los pies del Kilimanjaro. Es una melodía de saxo distorsionada y pasada por cierto tapiz de digeridoo que me pone los vellos de punta.
Esto es una argamasa tan perfecta entre lo africano y lo europeo que cada molécula casa con la otra como un tetris sonoro. Un pan primigenio a base de jugos espermáticos y vaginales que son calentados en un horno que no distingue de sexos... unos potenciómetros sagrados que modifican los vientos hasta que la mente confunde los puntos cardinales... una danza ebria que celebra la íntima comunión entre extraños insectos... mosquitos que son atraídos por la luz de las luciérnagas y se aparean hasta que implosionan en fogonazos de sonido. En palabras de la banda:
"KEEP YOUR LUNGS ALIVE, KEEP YOUR MUSCLES STRONG"
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