La creación del Spaguetti Western y su particular submundo de clichés autoparódicos trajo la creación de un género musical bastante denostado por la crítica especializada pero que sin embargo ganaba en calidad y originalidad a su principal enemigo: el western americano, más centrado en sinfonismos y orquestas pero mucho más aséptico y frío en el resultado final en un cine tan visceral como es el western.
La trilogía de Leone no solo revolucionó un género que se encontraba prácticamente estancado, sino que además trajo consigo el surgimiento de un particular movimiento musical histriónico y para nada encasillado que no le hacía ascos a nada y no temía experimentar cuando era necesario. Morricone y su particular trilogía de bandas sonoras marcó un estilo que posteriores compositores agrandaron (y en muchos casos estropearon) capturando todos los guiños propios del cine de explotación italiano. Trompetas, chasquidos, silbidos, música con latas, arpas de boca... todo un universo de exotismo al servicio de los compositores que tenían el particular cometido de imbuir a las imágenes de una poderosa fuerza sónica que las elevara a cotas casi de surrealismo (de ahí que casi la mayoría de los buenos westerns crepusculares parezcan estar dotados de una cualidad cuasi hipnótica, con unos oníricos personajes y entornos que refuerzan el aire de irrealidad; véase por ejemplo KEOMA).
Los primeros planos de caras quemadas por el sol, de ojos entrecerrados surcados de mil arrugas producto de un sol de justicia eran arrebatadoramente más épicos si cabe con la música de un Morricone en estado de gracia, con unas bandas sonoras que no temían a la experimentación... y es que hasta entonces no se había escuchado algo igual en el cine de oeste (ni prácticamente en ningún género fílmico). Desde su primera banda sonora en el western (GRINGO, 1963) hasta la última (DOS GRANUJAS EN EL OESTE, 1980), pasando por la majestuosidad épica de LA TRILOGÍA DEL DÓLAR (POR UN PUÑADO DE DÓLARES, LA MUERTE TENÍA UN PRECIO, EL BUENO EL FEO Y EL MALO) y su trilogía americana (HASTA QUE LLEGÓ SU HORA, AGÁCHATE MALDITO y la gansteriana ÉRASE UNA VEZ EN AMÉRICA), Morricone creó un estilo propio deconstruyendo la misma música minimizándola de tal forma que se mimetizaba completamente con las imágenes que estábamos contemplando. Otras grandes bandas sonoras algo más desconocidas nos muestran a un Morricone más maduro (EL GRAN SILENCIO, LOS COMPAÑEROS...) y algunas otras llegan incluso a mejorar las mismas películas, y es que el gran compositor italiano cultivó el género como ningún otro llegando a ser más interesantes sus bandas sonoras que los propios films.
Antes de la ridiculización del género del Western Crepuscular (la invasión de la comedia por la comedia restando seriedad a las películas), otros como RIZ ORTOLANI (EL SABOR DE LA VENGANZA, y creador de la onírica banda sonora de HOLOCAUSTO CANÍBAL) o LUIS BAKALOV (SUGAR COLT o la genialmente pegadiza DJANGO), PIERO PICCIONI (SI ENCUENTRAS A SARTANA, REZA POR TU MUERTE), ANGELO FRANCESCO LAVAGNINO (que trabajó codo con codo con directores españoles), FRANCESCO DE MASI (que ostenta el récord de 37 bandas sonoras en el spaguetti), STELVIO CIPRIANI (Y AHORA LE LLAMAN ALELUYA), NICO FIDENCO (DINAMITA JIM), ARMANDO TROVAIOLI (y su única aportación al western con LOS LARGOS DÍAS DE LA VENGANZA), fueron otros cultivadores del género que a día de hoy son objeto de culto para fanáticos japoneses.
Mención especial merece BRUNO NICOLAI por su semejanza compositiva con el talento de Morricone, o las bandas sonoras paródicas de los Hermanos DeAngelis (LE LLAMABAN TRINIDAD, LE SEGUÍAN LLAMANDO TRINIDAD o la encantadoramente pastichera KEOMA), auténticos especialistas en el cine de explotación italiano en todas sus vertientes: aventuras, ciencia-ficción, terror, cine negro... unos auténticos todo terreno musicales con melodías tan pegadizas como un caramelo sin envoltura tirado en el asfalto en pleno Agosto...
En definitiva, todo un submundo a descubrir que desgraciadamente ha sido denostado tanto por la crítica de cine como por la musical, y que gracias a genios como el de Tarantino está siendo recuperada para algunos proyectos cinematográficos actuales... una música adictiva que invita a desenfundar el polvoriento revólver, no vaya a ser que con tanto silbido no escuche al pistolero que tengo tras mi espalda, presto a meterme plomo entre los omóplatos.