El mundo está pendiente de un hilo. El invierno nuclear siempre amenazante ahora está mas cerca que nunca. La controversia de la "limpieza" de la energía nuclear queda en entredicho una vez más. Los desastres naturales son difíciles de predecir, y mucho más cuando son de la naturaleza de lo que ha ocurrido en Japón. Admirados y fascinados vemos en nuestros televisores como una cultura se tambalea; admirados y fascinados porque demuestran una cohesión y unidad que para nosotros sería un mundo imitar, a pesar de nuestro carácter eminentemente abierto y afable.
La tierra es un ser vivo en la que se nos permite vivir, a pesar del eterno maltrato al que la tenemos sometida, aunque de vez en cuando nos recuerda con fenómenos como el de Japón que somos meros parásitos en su corteza...
Somos parte de un nuevo tipo de hombre; el HOMO ENCHUFATOR, incapaz de pasar un día sin enchufar nada o gastar electricidad en algo... de echo ahora mismo necesito tener el ordenador para escribir éstas palabras... para hacéroslas llegar. El Homo Enchufator necesita de la energía nuclear porque es la forma mas rápida de obtener grandes cantidades energéticas de recurso inagotable; sin embargo, jugamos con fuego en la manipulación de partículas. Nuestros hogares se han convertido en zonas de radiación con microondas, móviles, bluetooth, wifi, mandos a distancia... en definitiva, que el Homo Enchufator está constantemente asediado por radiaciones invisibles que atraviesan nuestro cuerpo sin que sepamos exactamente si dejan o no rastro.
Ahora suenan los ecos de Chernobyl, donde un fallo humano llevó a la humanidad a límites insospechables; ahora ha sido la naturaleza la que ha removido de su corteza a las centrales nucleares que perturban su tranquilidad y su progreso. Las normas de seguridad y las inspecciones exhaustivas no pueden nada contra la furia de la naturaleza.
No nos basta con guerras mundiales, con desforestar nuestros bosques o contaminar los mares... también tenemos que tentar a la suerte con la energía nuclear, a expensas de la amenaza de desertizar grandes áreas de población de un plumazo. Además, no nos engañemos, si algo hemos aprendido a lo largo de la historia es a que se nos cuente la mitad de la película... así que quién sabe cual es la realidad de los acontecimientos que están sacudiéndonos ahora mismo.
La energía del viento, del sol o del agua se obtienen de las grandes fuerzas de la naturaleza, y la energía nuclear se obtiene de lo pequeño de la naturaleza: el átomo. El problema es que a grandes rasgos es mas económico y rápido mantener plantas nucleares que buscar energías alternativas... sin embargo, si ocurre el desastre, las consecuencias pueden ser apocalípticas.
Tras la catástrofe llega el debate, porque eso sí, el hombre es soberbio por naturaleza, y cree que es amo y señor de la tierra, sin saber que somos un breve lapso de tiempo en el todo del Universo, y que si nos extinguimos, nadie llorará por nosotros.
Somos un pelo enconado en la corteza terrestre, y aunque Gaia nos ignora, algunas veces nos recuerda que somos invitados en su casa y que nuestras construcciones y deseos de grandeza durarán lo que ella quiera. Ahora Japón llora, y nos estremecemos ante las imágenes cuasi surrealistas que emiten nuestros televisores, impregnándonos de un aura de irrealidad que dura lo que dure el reportaje... y luego seguimos con nuestra vida cotidiana. No aprendemos nada de las grandes catástrofes, porque por desgracia seguimos matándonos los unos a los otros; ahora Libia, ¿quién será mañana?... cortinas de humo que nos distraen constantemente para que no veamos mover otras piezas del tablero.
Esperemos que ésta vez saquemos algo positivo de la catástrofe y nos ayude a mejorar como individuos y como especie.
Ahora suenan los ecos de Chernobyl, donde un fallo humano llevó a la humanidad a límites insospechables; ahora ha sido la naturaleza la que ha removido de su corteza a las centrales nucleares que perturban su tranquilidad y su progreso. Las normas de seguridad y las inspecciones exhaustivas no pueden nada contra la furia de la naturaleza.
No nos basta con guerras mundiales, con desforestar nuestros bosques o contaminar los mares... también tenemos que tentar a la suerte con la energía nuclear, a expensas de la amenaza de desertizar grandes áreas de población de un plumazo. Además, no nos engañemos, si algo hemos aprendido a lo largo de la historia es a que se nos cuente la mitad de la película... así que quién sabe cual es la realidad de los acontecimientos que están sacudiéndonos ahora mismo.
La energía del viento, del sol o del agua se obtienen de las grandes fuerzas de la naturaleza, y la energía nuclear se obtiene de lo pequeño de la naturaleza: el átomo. El problema es que a grandes rasgos es mas económico y rápido mantener plantas nucleares que buscar energías alternativas... sin embargo, si ocurre el desastre, las consecuencias pueden ser apocalípticas.
Tras la catástrofe llega el debate, porque eso sí, el hombre es soberbio por naturaleza, y cree que es amo y señor de la tierra, sin saber que somos un breve lapso de tiempo en el todo del Universo, y que si nos extinguimos, nadie llorará por nosotros.
Somos un pelo enconado en la corteza terrestre, y aunque Gaia nos ignora, algunas veces nos recuerda que somos invitados en su casa y que nuestras construcciones y deseos de grandeza durarán lo que ella quiera. Ahora Japón llora, y nos estremecemos ante las imágenes cuasi surrealistas que emiten nuestros televisores, impregnándonos de un aura de irrealidad que dura lo que dure el reportaje... y luego seguimos con nuestra vida cotidiana. No aprendemos nada de las grandes catástrofes, porque por desgracia seguimos matándonos los unos a los otros; ahora Libia, ¿quién será mañana?... cortinas de humo que nos distraen constantemente para que no veamos mover otras piezas del tablero.
Esperemos que ésta vez saquemos algo positivo de la catástrofe y nos ayude a mejorar como individuos y como especie.
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