Abre el abanico de reseñas de este 2022 la impresionante vuelta de una de mis bandas de cabecera. Los barceloneses LUBIANKA virando su sonido una vez más tras su anterior (en cierto modo más garajero y de club) 4.0 que editara Krakatoa Records. Olvidad todo lo que tengáis en mente ahora mismo porque RADIOINDIA, que así se llama su nuevo disco, os va a descolocar por completo. Retomando aquellas fabulosas raíces indostaníes que se dejaban caer sutilmente en sus primeros trabajos (o ya de lleno en las Shruti Box Sessións), imaginad una suerte de cruce, Jam espiritual o lo que sea entre el hermafrodítico corpus musical que daría de reunir los dos sonidos madre de Dissidenten y Embryo. Es decir... si Embryo se escindió en los Dissidenten, pues ahora los volvéis a juntar con las referencias de cada cual intactas pero ojo, que el sonido característicamente Psych de Lubianka sigue sin adulterarse y son perfectamente reconocibles en cada momento del álbum.
Puestos a retorcer las comparaciones un poquito más, o a afinar con las descripciones, algo hay del mediterrápeo Avant Jazz de los Sinouj pero claro, esa machacona base rítmica de los catalanes (una marcha Motorik siempre llevan) pertenece siempre a esa inflamable etiqueta que responde a Kraut. Por otro lado el viejo espíritu Jazz Rock y Prog barcelonés sigue estando molecularmente presente y es que la esencia de Blay Tritono, Iceberg, Sisa, Secta Sónica y el vanguardismo inabarcable de Oriol Perucho no es hidrosoluble y siempre va a separarse acústicamente de todo para brillar como música de culto que es. Pero hagamos un inciso.
Vuelta al insigne buque alemán de TONZONEN RECORDS, garantía de prensajes de calidad con Gatefold precioso y vinilo splatter rojo en limitadísima edición (imagino que habrá luego tirada normal en negro). La masterización, agarraos, es cosa de Eroc (Joachim Heinz Ehrig) que bueno, tendréis que conocer de los míticos Grobschnitt o de su etapa electrónica en solitario. El precioso diseño gráfico imitando a los motivos hindúes de las sedas palaciescas del Rajasthan y Benarés es obra y gracia de Lucia Zandigiacomi sobre diseños de Victor G. Roca & Sergio Gutiérez, con fotografía interior de Jordi Roig y exterior (portada) de Xusi Does. RadioIndia se desarrolla a partir de una serie de improvisaciones durante el confinamiento de la Pandemia de Covid en verano de 2020 y toma como punto de partida esa libertad impredecible de los momentos más libres de Cerímonies o el ya lejano Naufragis de 2012. La formación completa aquí es (incluyendo el saxofón de Víctor Bonetarboli en "Camí"):
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Víctor G. Roca - voces, guitarra, sitar eléctrico y FX
Sergio Gutiérrez - bajo
Aleix Brassó - batería
Christina Garret - voces
Florenci Salesas - piano, sintetizador y harmonio
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(Monegros Session)
Abre el disco los 22 minutos de "Camí", tour de force meditativo psicorrágico versus crescendo psicodélico absolutamente demencial. Para encender los motores, el dial de una radio haciendo paradas en distintas estaciones sobre un colchón de harmonium y sintetizador. Platillos de batería, efectos de las pedaleras, cascabeles y ya tenéis el fondo adecuado sobre el que construir todo un himno avasallador que se toma su tiempo en arrancar pero que cuando lo hace es imparable. Etéricas voces mitad hindostaní, mitad rock desértico se van confabulando con espaciados riffs de la guitarra eléctrica, acoplada en modo Yawning Man (pero hasta arriba de opiáceos). Es la base rítmica la que marca el despegue; entran las voces de Christina rozando las glosolalias de Lisa Gerrard en Dead Can Dance (etapa Spiritchaser)... es increíble cómo el bajo resuena como si fuera percusión del Sur de India y la forma en que hacen suyo el Kraut. Si bien es cierto que los alemanes siempre han tirado (en mayor o menor medida como todo el hippismo musical de la época) de lo oriental, siempre me quedaré con la sensación a combustible que me deja en el paladar la mezcla de estos sonidos con el Space Rock.
Si tienes dudas de lo que estoy hablando, espérate a cuando entra el saxo para poner patas arriba todo; desplaza lentamente a las voces de Christina y se apodera del corte hasta el mismísimo final. Con un sonido cercano a los triposos Xhol Caravan (menos agresivo que en Electrip, eso sí) y con algo de psicodelia turca a lo Erkin Koray (Electronic Türküler), de aquí hasta el final "Camí" es un mantra ácido de calidoscópicos cambios. Se sigue un mismo flujo pero se prueban todas las posibilidades... algo así como enchufarle un jack a un Cubo Rubik y darle vueltas a los algoritmos en modo Loop. Éxtasis de lujo con la espontaneidad del saxo en el tramo final marcándose una Impro Jam absolutamente devastadora. Vuelvo a insistir... cuando entra esa especie de electrónica radiada es imposible no acordarse de Dissidenten. Lo demás, obra y gracia de Lubianka.
Damos la vuelta al plástico. "Explora" abraza tanto el espíritu desértico como el minimalismo jazzístico. Una barroquísima exposición de mini detalles que mutan y permutan en espíritu libre como el humo de un ciclópeo pebetero. Ascendente, siempre hacia arriba, la música dibuja caracoleantes escalones que se amoldan a los farallones pétreos de un desierto imaginario. Todo suena alterado, entran y salen toques de cuerdas de algo que no sé exactamente lo que es (quizás el sitar eléctrico o un harpa) y tengo la sensación de que han untado el disco con algún psicotropo tópico. Y cascabeles.... en la música de Lubianka siempre hay cascabeles. Sigue la más corta "Somni", plagada de voces sampleadas y mucha positividad circense; no sé, pero parece que estoy metido dentro de una Feria de esas imposibles que habitan los parajes mentales de Jodorowsky en Santa Sangre. Fabuloso cómo se juega con lo electrónico dándole una vez más al resultado el empaque propio de la Kosmische. En resumidas cuentas, onírico y surrealista puente musical muy deudor de los primeros Lubianka (escúchese Naufragis) y que se va metiendo lenta pero naturalmente en "Entreson", esta vez sí explorando de forma alucinante el apartado electrónico / experimental en su inicio para ir acabalgándose luego con la siempre motórica aleación bajo y batería.
Para mitad de tema estamos en un triposo magma telúrico cargado de electricidad. Con auriculares tienes la sensación de que te están bombardeando los tímpanos con cientos de capas superpuestas bajo la inamovible y pétrea percusión que cierra círculo con acetábulos de ácimo Jazz espectral. No sé si es el sitar eléctrico pero el final se une como una caja de música al inicio del último corte "Máscara"... impresionante Vals de estructura Kraut, ululantes voces (voces?) y flujo sexual de sintetizadores. Parecía casi imposible pero lo han hecho otra vez. Otra obra maestra que pone el listón tan alto como las jodidas estrellas... te mecen, te arropan en un tiovivo cósmico y decadente que lo mismo puede estar en la India que en la enterrada Agartha.
OBRA DE ARTE.
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