Sin embargo, por alguna razón, "Reverbville" me atraía profundamente. Quizás porque ya había tenido ocasión de escuchar alguno de sus temas en el concierto que abrió a Corcobado el 18 de Junio pasado y la oscuridad de carretera de sus temas me llamaban muchísimo la atención, además de que había algo de poesía perversa en los recitados de Conde aquel día.
Eso sí, otros temas me parecieron faltos de cuerpo pero ahora que he tenido la oportunidad de volverlos a escuchar con arreglos mi opinión es que han ganado muchísimo. En palabras de su autor, quería el arrope de una orquesta para el disco... aunque al final se haya quedado en una versión más reducida, creo que el acierto ha sido mayúsculo.
Se gana en introspección y se huye del efectismo grandilocuente, merced al uso de instrumentos menos habituales como el theremin, banjo, ukelele, lapsteel guitar, glockenspiel o la cítara... todo ello bajo el auspicio de gente como Israel Calvo a las guitarras eléctricas, Claudio Tamer a la batería, Frank Mora al contrabajo y Francis Barba a la steel guitar. La edición en vinilo ha sido a cargo de CLIFFORD RECORDS y visto el resultado final y el sonido es más que excelente.
Eso sí, otros temas me parecieron faltos de cuerpo pero ahora que he tenido la oportunidad de volverlos a escuchar con arreglos mi opinión es que han ganado muchísimo. En palabras de su autor, quería el arrope de una orquesta para el disco... aunque al final se haya quedado en una versión más reducida, creo que el acierto ha sido mayúsculo.
Esa especie de oleoso ambiente algodonado, con una portada que me trae a la mente los cómics de Torpedo de Abulí y Bernet, es definido a la perfección por el embriagador sonido que destila todo el disco. "Reverbville", es una especie de surrealista enclave a lo David Lynch con banda sonora a caballo entre Tom Waits, Scott Walker o la Velvet Underground, pero teñida de un blues decadente, de chanson turbia y de canción de autor protesta.
Es el caso del tema "Reverbville Blues", donde unos pequeños efectos de cuencos tibetanos dan paso a un infeccioso ritmo Rhythm and Blues con voz en vocoder describiendo a la perfección una ciudad limítrofe (entre la vida y la muerte, o entre la urbe y la periferia.... quién sabe). Los estribillos cantados con maestría crooner contrastan con las partes recitadas. Un temazo que guarda algo de relación con la nueva etapa de gente como The Blackberry Clouds o los más viscerales y primitivos Tupelo Bound.
Evidentemente, no se entra en los espesos y oníricos ambientes de Badalamenti o el blues industrial del propio Lynch, pero la atmósfera está lo suficientemente enrarecida en "El Último Día de la Tierra" (con soberbios toques de pedal steel guitar) para dejarme mecer por la voz de Conde, que me arrastra irremediablemente en un mar de embriaguez raruna. Vuelve el pop de autor en "Me Dispararon Junto al Mar", el épico y lento surf etéreo de "La Nacional", un auténtico himno melódico cargado de poesía de arrope onírico (maravillosos coros de Meike Schönbütte) o la balada atemporal "Acaríciame" para bailar eternamente mientras el mundo se acaba alrededor.
Para terminar el disco otra joya etérea como es "Canción Bajo la Lluvia", nuevamente teñida de ese ambiente reverberante de fondo a caballo entre el surf lento, el rock and roll triposo y el country de carreteras secundarias, y la espectral nana "Autopistas" que huele a epitafio alcanforado; un Conde in crescendo que nos canta dentro de una caja de música que sólo existe en nuestra mente... como un sueño o un vislumbre de una ciudad entre la niebla.
"Reverbville" permanece inalterable cada vez que lo reproduces, pero tienes la sensación de que la historia que se te cuenta es nueva cada vez. Los cortes de este disco son como volutas sonoras que quedan suspendidas en el éter.
Sublime.
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