En el siguiente artículo me gustaría analizar brevemente y en clave irónica y de humor algunos de los axiomas más que evidentes que se circunscriben alrededor de la aureola místico/religiosa del coleccionista de bolsilibros... y del bolsilibro como objeto de adoración atemporal.
En primer lugar, hay que destacar varias cosas. El buscador de bolsilibros es en sí mismo un bolsilibro. Anclado en una infancia llena de desvaríos analógicos, su mente se ha derretido cual piedra pómez atacada por las inclemencias del viento solar... atesora, mima y cultiva la sabiduría bolsilibresca aprendiéndose miles, cientos de seudónimos imposibles para fardar ante todo el mundo.
Colecciona ingentes cantidades de papel invadido por lepismas que irremisiblemente tienden a convertirse en pulpa que se llevará el viento. Bucean rastros, antros de rancios aromas, esquinas de librerías infames y bibliotecas de familiares que murieron hace eones ya... rastrean tiendas de chinos, visitan distribuidoras, llaman a números de teléfono que hace décadas que ya no existen e incluso se atreven a preguntar a sus amigos si tienen algún ejemplar en sus estanterías.
Si creíais que sabíais todos los seudónimos, que sepáis que siempre hay alguien más listo que vosotros capaz de citaros nombres americanizados con iniciales en los lugares más insospechados.
¿Y qué podríamos decir del bolsilibro como tal?... por él pululan héroes atléticos y musculosos, con tipas voluptuosas que derriten la pulpa del papel... y hazme caso, en un bolsilibro puede pasar absolutamente de todo. ¿Sabes eso que dicen de que la realidad supera a la ficción?... pues es mentira, las tramas bolsilibrescas superan a la realidad de aquí a la eternidad.
Para la trama de las novelas de a duro no existe ni el tiempo ni el espacio. Estos pueden plegarse y transformarse para que la acción discurra fácil y sin problemas de ningún tipo. El sexo entre los protagonistas puede ocurrir absolutamente en cualquier situación y créeme, en las páginas de las novelas de a duro se han casado más gente que en las del HOLA o el DIEZ MINUTOS.
Generalmente no hay gente fea en los bolsilibros, y si te los encuentras probablemente será el malo o el ayudante del malo. Por algún azar del destino, se utilizan muchísimo los narcóticos de todo tipo y el maquillaje también (en estos libritos nadie es el que parece); si hay una herencia de por medio, sospecha de los elementos sobrenaturales... ni puedes llegar a imaginar lo que se puede hacer para conseguir el testamento de cualquiera.
Cada cual tiene su autor favorito, sus filias y fobias, pero detrás de cada autor hay una obra maestra... y muchos, muchos experimentos fallidos. Hasta el mejor de los autores tiene su infamia escrita.
En cualquier caso, tampoco podemos fiarnos de las portadas... el contenido del bolsilibro es inversamente proporcional a lo que muestra la portada, y viceversa... ¿no lo has entendido?... pues yo tampoco.