Si tengo que tirar de memoria, así del tirón creo que la primera vez que escuché tocar a Avelino Saavedra en disco fue en el Transitions editado por Luscinia Records batiéndose en duelo por amor galante con Josep Lluís Galiana, álbum que por cierto recogía un directo de 2013, y es en directo que precisamente hace unos años tuve el placer de conocerlo en persona (no charlé demasiado, soy tímido por naturaleza) tocando en una especie de All Stars alucinante (aqui) junto al propio Galiana, El Pricto, Guillén y Javier Carmona. Siempre que he tenido ocasión, lo he reseñado... desde su último y telúrico DRM al alucinante experimento multidisciplinar que resultó ser Traçsonology pasando por Bregues de Moixos o el excelso proyecto Chaosophy, sin olvidar al Saavedra versión destroyer de More Acid for Hegel o participaciones esporádicas con Antonio Murga en La Caja de Pandara ("Devonian Song"). Se me escaparán más cosas, pero a priori es lo que se me viene a la piedra pómez que tengo por cerebro.
El pasado de Saavedra dentro del acervo musical metálico, hardcoreta y punk soterrado en musgo y underground de Galicia en algún momento acaba mutando en la improvisación pura y dura (se me escapa ese dato); pasa luego (o a la vez) a tocar Free Jazz junto a otros músicos y lo que ya es el súmmun el consabido, arriesgado disco de percusión en solitario (no uno, sino dos). El último hasta la fecha orgánico y sin trampa ni cartón, el citado DRM, y el que hoy os presento, Frozen Drumscapes, absolutamente embebido de un cruce entre electroacústica y moldeado/procesamiento del sonido.
Antes de pasar al meollo resaltar que se trata de una edición de Audiotalaia Records con temas recogidos entre 2015 / 2016 en una bellísima mini cajita de cartón que incluye postales, pliego de papel cebolla (Japanese Paper para gente inteligente) con datos explicativos en inglés (destaco la brutal frase "maybe he alredy knew, maybe he just needed a little push, after all, Galicians are well known for being very doubtful people...") y el CD metido en una de mis odiadas pezoneras, todo cogido por una gomita anudada al propio cartón; lo dicho, una preciosidad. Saavedra toca un Drum-Kit hecho a mano y adaptado para sus infinitas posibilidades, con pedales, Ooparts y vaya usted a saber qué griálicos artefactos, además de encargarse de todo el proceso de mezcla y acabado gráfico.
A lo largo de 47 minutos Saavedra dibuja a través de la percusión paisajes más cercanos a la estructura de las obras de la electroacústica que a esos añejos solos de batería que a cualquier ente pensante puede venírsele a la cabeza. Estamos ante un derroche de anti-virtuosismo; y pongo el ANTI delante porque en general el virtuosismo me lleva al sopor mientras que aquí lo que se ve y nota son horas y horas de práctica delante de un instrumento; un mayestático zumo de pulsiones biorrítmicas. Se trata de la música de un tipo (de índole Gallega, doubtful, you know....) que escuchado con detenimiento en Frozen Drumscapes da la sensación de que va por la vida golpeando, frotando y acariciando cosas como si en una especie de acto simbólico o sincrético tradujera la jodida realidad (Mundo Braille). Si esperáis que os sepa definir qué hay de manipulación o procesado y dónde suena orgánico y real, mejor os váis a otro sitio más académico porque yo no soy capaz de separar el Do del Re.
Texturas tejidas en tapices que entran ominosamente (a veces emulan onomatopeyas) a través de lo que parece el roce de un tambor con un arco en "Down By The Rubber Side". Apertura grave, vibrante y con toques a la ampulosidad sobria de la Música de Cámara y lo cinematográfico (a través de esos contrapuntos maravillosos del bronce y platillos más agudos o los redobles que discurren por un segundo plano).
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