La electrónica rural de JAULA es servida en las macetas de patios encalados. Macetas de barro o metálicas (preferentemente fabricadas con antiguas latas de pintura) donde habitan claveles, geranios y otros ecosistemas fecundados por tábanos, cochinillas y lombrices de tierra. Es la electrónica de nuestros abuelos, que cantaban nanas a sus nietos... oscuras canciones de cuna cuyas letras se tragó el tiempo. Murmullos del hombre del saco, de vírgenes empotradas en gruesas paredes, de exvotos de familias que ya no existen y de placas que ya no conmemoran nada porque el lazo que las une a lo vivo está roto. Yermo y muerto.
JAULA dice que "Maceta" es una colección de canciones infantiles, pero yo creo que es un mapa sonoro para viajar entre pueblos supersticiosos. Lugares imaginarios (o no) en los que al caer la tarde te llega el aroma del brasero y el sudor de la mano al mover las fichas de dominó; lugares donde la cerveza se sirve en botellas que hay que retornar y la Mirinda es el producto estrella. Ventanas enrejadas a pie de calle, caras con ojos que son capaces de seguirte en 360 grados, bares donde se toma el aguardiente en cantimploras y esquinas amarillentas del azufre que atosiga a la orina del perro.
Nueve cortes minimalistas que suben desde las paredes de un pozo; una garganta eventrada a la tierra que se abre con la nana espectral "Eco", que huele a procesión de hormigas huyendo del Zotal. "Caballito" sigue la cadencia de un juguete de cuerda que se hubiese lanzado al vacío desde una misión Sputnik... el espacio es directamente proporcional al zumo de tu cerebro pasado con un colador.
Un piano triste evoca imágenes antiguas en "Apaga la Luz del Bosque". Las notas se doblan y requiebran adquiriendo el espesor del aceite. Si esto son canciones de cuna, están tamizadas por el filtro de la nostalgia y "El Ratoncito Pérez Sólo Quiere Dientes de Oro" con esa melodía extraña (en algunos momentos me parece estar escuchando algo parecido a Zorn en su proyecto COBRA) lo atestigua.
"Trastos" suena como si metiéramos una sonda sonora por el inodoro e intentáramos hacer rimas con la cisterna a la vez que se nos cae el móvil al agua, mientras que en "La Edad del Plástico" nos asisten recuerdos de un tiovivo que ya no rota; una psicofonía de algodones de azúcar pútridos y corruptos. MACETA se estructura con el marchamo de lo infantil, pero catalizado a través de la amargura del adulto. Así me suena el ambient noise de "Los Labios Pintados con Mercromina", donde algo que se asemeja a un instrumento de cuerda teje una funesta melodía, o la caja de música anómala de "Madremapa".
"Estrella Fluorescente" es el cartel de salida del pueblo de tu vida. Tu nombre en un cartel a pie de carretera tachado con una línea roja. Puedes volver cuando quieras, pero no en forma Mamífera. Acordeones electrónicos despiden nuestra niñez y nos emplazan a recibirnos en la vejez, donde todo vuelve a adquirir el cariz juguetón de nuestros primeros años.
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