Aunque Javier Colis y Juan Pérez Marina ya sabían de esto de hacer sangre oficialmente la hicieron con Sangre Fácil en Discos Belamarh, disco que por cierto promocionarlo me costó algún disgusto... en concreto, un sabio, longevo y se ve que no tan literato famoso escritor me puso a parir porque presenté la reseña en redes de forma `violenta´ (es decir, un texto explicativo de tintes Noir). Lejos de abrirse al diálogo, me bloqueó al instante tras un exabrupto y un insulto diéndose cuenta del enorme ridículo que estaba haciendo; de nada sirvió que le explicara que aquello estaba tomado del término `Blood Simple´ y Cosecha Roja de Dashiell Hammett. El daño estaba hecho y por lo general la gente venerable no gusta de que se las ponga en ridículo.
Por cierto, biografiar a Colis y a Marina ya lo hice en el link de arriba a la anterior reseña y siendo gente de tanto calado y currículums más grandes que el rollo de papel de una impresora matricial, os rogaría consultárais textos anteriores como por ejemplo también lo que escribí con motivo del excelso Notas de Abajo (El Muelle Records). Lo que está claro es que en caso de que precisaran una base rítmica, era de cajón que recurriesen a Sergio Ceballos (bajo) y Adrián Ceballos (batería) de los añorados RIP K.C. que solos o por separado fueron compañeros de cornucopia en los Javier Colis y las Malas Lenguas, La Femme Fakir o Los Cuantos... y paro que al final repito información. Otro que colabora y que tal baila es Pablo Laguna (info aquí) al violonchelo; por su parte, el sonido obra de Miguel Lorenzo (Influx) siendo el diseño de Lourdes Durán sobre foto de portada de Alberto del Viso... y finalmente, Sangre Fácil II, que así se llama el disco, se edita en DISCOS DE LA MOLICIE.
La guitarra de Colis / Marina tiene un sustrato onírico que no te lo quitas de encima ni con siete cafés cargados. Con mucho pero que mucho sonido años 50, ensoñador y metiéndose un pasito casi en los 60 y lo Hawaiiano, se bebe por igual de momentos de Exotica / Lounge para al rato brevemente lanzarse por derroteros donde las notas (de abajo) se embeben de un macerado entre lo Noir y el verde pútrido de los Rondos Venecianos. Claro, esto es fácil de decir así a la ligera sobre la pantalla pero luego no es del todo así... la manera de tocar es puro Art Rock, muy arriesgada y al filo del Avantgarde (aunque a ellos renieguen de dicho concepto) y si encima te apoyas en una de las bases rítmicas más apabullantes que ha tenido el Space Rock patrio, pues está claro que el resultado va a ser de todo menos convencional.
"Otro Forastero" abre el disco con la batería y los pedales de las guitarras rozando los páramos de Grand Funk Railroad. Una guitarra más boogie en segundo plano mientras la otra zurce con notas como si estuviésemos cerrando el cadáver en una autopsia... autopsia que se realiza como no, al aire libre en pleno sol desértico o al menos es a lo que suena todo cuando entra el violonchelo (ya al atardecer, en pleno crepúsculo, y que parece un banjo). No hay agua cerca pero me conformo con ese destilado de hierbas que fabrica el señor ese que lleva un peto vaquero y va descalzo. Impresionante cómo la guitarra de Colis se transforma en un piano de cola caleidoscópico. Sigue "El Intruso", con una base rítmica marca de la casa `Ceballil´ (si se me permite el término) que remite a los primerísimos RIP K.C. de The Truth is Out There. Hard Rock en caída libre, juguetón y con su puntito misterioso gracias a esas ráfagas cortas de notas de guitarra que se derraman sobre la distersión de la segunda guitarra.
"Besos en el Laberinto" es de esos cortes que te hacen añorar la escena noventera del Noise Rock español (o Pop Ruidoso o lo que se quiera). Vestido con sus botas altas para coger cangrejos, Pablo Laguna le mete el puntito justo de Folk que necesitábamos para competir con una batería que suena a Kraut Motorik al ralentí. Mientras tanto, las guitarras escalan y escalan como los Vanilla Fudge, los Yawning Man, Wooden Shjips o quien te de la gana, lo cierto es que esto es sonido Texano al 100%, o dicho de otro modo, Rock Espacial del que se trabaja en Austin (escúchense los ST37). Como todo ser humano, tienes membrana hematoencefálica y la música de este disco (ojo, adevertencia) atraviesa dicha membrana con una pasmosa facilidad. El clímax ruidoso final es pura maestría con las guitarras compitiendo con el drone creciente del violonchelo tocado con arco y esa batería de las que me gustan a mí, IMPERTURBABLE. Sigue el tapping tetánico de "En la Carretera Perdida", que se va cargando de emotividad abstracta para uno de esos momentos de `difícil etiquetado´. Mitad Blues, mitad Folk marciano con un tempo raro y que parece ir hacia atrás... juguetona, experimental y que por momentos parece que se va a ir por los cerros de... Chrome.
Maravillosa la cabalgada de "No se Puede (Más)", con algo de actitud Punk folk y esa base rítmica de Ceballos / Ceballos que son como fuel para un motor (alemán, por supuesto y atentos al arrebato final). Vaya manera de tocar la guitarra tienen Colis y Marina. Incansables y en bucle, al más puro estilo Jam de Jamboree (tú me entiendes, no?). Ignoro si esa preciosidad de "Béjar Blues" tiene algo que ver con la artista Ana Béjar, pero es una maravillosa balada (con toquecitos western a lo Javier Arnal) de olor a cal de pueblo abrasado por el inclemente sol y si me pilláis un pezón con una de esas puertas pintadas de azul de los pueblos costeros, casi que suena como Los Relámpagos cargadísimos de hierba (de fumar, no espárragos ni tagarninas). Adrián magnífico soltando baquetazos mediterráneos con ecos Morriconianos.
Breve puente "Barrocoide" que suena circense y ambulatorio... sincopal y asincopado... sinusoide y sinusoidal. Como una feria maltrecha donde siempre ganas, pero nada bueno y donde los algodones de azúcar te amortajan de dentro a fuera. Vuelta a los momentos más viscerales con "Clases de Verano" que genéticamente tiene mucho de "En la Carretera Perdida".... una guitarra revolcándose en melodías esbozadas y la otra en desarrollos en espiral que nunca llegan a cerrarse. Afortunadamente volvemos a pisar terreno más conocido con la nostálgica "Siete Mayores", atemporal y con olor a fotos antiguas apiladas en una caja con alcanfor. Una delicia instrumental.
Cierra el disco "Sirenas de Interior", cuatro minutos de un pulso de sonido que te golpea sin contemplaciones, abigarrada y rococó (como un bloque de sonido bajando por una pendiente leve) donde destaca la brutal melaza sonora que generan los cinco músicos de tal suerte que hay momentos en que los sentidos se confunden y parece que incluso suena un Hammond. Pegada seca de la batería, bajo incisivo, guitarras obsesivas y con ese deje destructor del Post Punk más infecto; haciendo su aparición casi al final un violonchelo que se humaniza y parece incluso querer cantar gregoriano pero afortunadamente se vuelve todo a la vorágine anterior y la Sangre, que es Fácil, mana por segunda vez.
Discazo.
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