Reconozco que no ha caído en mis manos todavía "Traces of Erosion" de BROMO, disco que en 2017 antecedía este soberbio No Signal y que me tiene absolutamente atrapado, así que parto de cero y no hago comparaciones. Complejo, abstracto, cinematográfico, bailable, arrullable, instrospectivo a veces, catártico en muchas No Signal es una obra de arte descomunal, plagada de texturas que a pesar de partir de una base electro, se tornan de una organicidad que asusta. Paloma Peñarrubia, un referente de la música electrónica no solo local, sino nacional, lleva años cosechando premios y añadiendo muescas a su férrico currículum que se extasia, sublima y vuelca en sensaciones eustáquicas en este maravilloso vinilo editado por el colectivo/sello/secta sónica apocalíptica llamada OIGOVISIONES LABEL. En cualquier caso, lo mejor es que consultéis su Bio (aquí) y me ahorro tinta digital; pero ojo, os recomiendo de verdad leerlo antes de seguir con lo que voy a contaros.
He visto a Paloma Peñarrubia en directo varias veces, y siempre me acuerdo de grandes como el Techno oscurantista berlinés de Sonia Gütter (SONAE), ciertos pasajes de Gudrun Gut, Barbara Morgenstern y cosas así.... pero ojito, que hay una pátina de Dark Ambient en el IDM (etiqueta que nunca me ha gustado porque pone más muros de los que derriba) de Paloma, una versatilidad y una manera de moldear el sonido que demuestra un abordaje (vale, esto va a ser arriesgado) de la Clásica Moderna sin precedentes, y me explico... escuchando No Signal uno se da cuenta de varias cosas; la primera es que la realidad es violenta y brilla como el Neón. La ciudad no está dominada por ratas sino por extrañas venas de silicona por las que discurre una sangre vital artificial de colores chillones fosforescentes. La ciudad (tu ciudad, cualquier ciudad) brilla en la Oscuridad Psíquica... esa que ocurre solo bajo tus párpados y a la que escapas y recurres de forma emocional en pequeñas Raves Psicoanalíticas en soledad (aunque a tu lado se esté celebrando una orgía a lo Gaspar Noé). La cópula de ritmos, impulsos, retroalimentaciones percusivas forman un todo opuscular tan complejo como intentar forrar un libro con plástico en gravedad cero (inténtalo y luego me cuentas). No se me quita de la cabeza cierto paralelismo con esa fantástica y soterrada obra de Geoff Barrow / Ben Salisbury que fue Drokk: Music Inspired By Mega-City One.
Lo segundo es que la línea de continuidad vital de la música clásica es perfectamente coherente con la electrónica si te lo propones, y eso se capta en pequeños `movimientos´, pasajes, melodías que juro por lo más sagrado que me han recordado al Bolero de Ravel. Si a todo eso le sumas un acercamiento a lo futurista (Sci Fi) original y alejado del pétreo Noise o el Harsh, obtienes toda una salvajada/miríada de opciones que se te abren a cada escucha... podéis amputarme un pezón si miento, pero es que a veces me parece estar escuchando a TOMITA mezclado con Proto Techno alemán, ese que se deriva de la escena más puramente electrónica del Kraut (Neu!, Cluster...).
Pero voy a terminar primero con el apartado técnico. BROMO es inseparablemente un proyecto audiovisual, y a la parte musical de Paloma Peñarrubia se une la deformación plástica, psicoimágenes del clásico también Azael Ferrer (aquí). El disco se tarda dos años en completar y brilla el impresionante artwork de Elsa Paricio, basada en una reconstrucción de las primeras imágenes obtenidas del espacio, con una curiosa técnica resultante de exponer los elementos con los que trabaja a determinadas condiciones climatológicas. Me encanta esta frase de la bio que corto y pego: "Una simulación de otros mundos creados a partir de la misma materia. Una visión de lo ajeno como nuestro y de nosotros como lo ajeno". Por su parte, Julián Calvo Orquín (Multiman) masteriza a la perfección tal y como hizo en Esquizofonías de TESLARADIO (reseña aquí).
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