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martes, 21 de diciembre de 2021

JL MAIRE - "BOTANICAL MELANCHOLIA" (OV LABEL OV·15, 2021)

Relata Juan Perucho en su maravilloso libro: `Botánica Oculta o el Falso Paracelso´ este maravilloso texto especulativo o lo que sea sobre la planta llamada La Suplicante

"Llegada la noche, ocurrió lo imprevisible. Hallábase la marineria en la cubierta del Tonerre, celebrando la anexión de una nueva isla para Francia y bebiendo aguardiente de cerveza, cuando al bretón Saint-Séverin, cocinero del barco y hombre de voz aterciopelada y profunda, le vinieron ganas de cantar el Roi Dagobert, cosa que hizo muy inspirado mientras la tripulacion contestaba el estribillo. De pronto, se oyó un gran chapoteo en el agua, justo a estribor, emergiendo ato seguido un alto macizo de algas ondulantes, formando un solo cuerpo [...] ante la estupefacción de todos, aquel extraño vegetal marino se puso a cantar. [...]. El concierto duró varios días, y como la planta-orfeón no tenía raíces, era muy pacífica y sólo le importaba cantar, el capitán Duvillier la hizo arriar a bordo, donde la acomodó en una gran cuba llena de agua que se construyó febrilmente. Ahora, la Suplicante acaba de grabar un disco con los Beatles, y parece ser que hay posibilidades de que actúe en el próximo festival de la Eurovisión representando a Indonesia".

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¿Y qué diablos tiene esto que ver con Botanical Melancholia?. Posiblemente nada, pero si pudiera hacer una grabación de campo sobreamplificada del proceso de la Fotosíntesis, estoy casi seguro de que sonaría una suerte de Drone mantenido cercano a eso conocido como JUST INTONATION o para mí, que no tengo mucha idea de música, cabalgar dentro de un mismo intervalo, tono, vibración o pulso con escasos/breves cambios harmónicos (algo así como subir con Disnea Severa de Esfuerzo una ciclópea escalera). Aplicado todo esto al campo de la electrónica modular, me voy a permitir el lujo de bautizar este discazo de J.L. MAIRE como Pitagorian Noise. Y lentamente ya vamos entrando en contexto. A J.L. Maire lo había yo catado en el impresionante disco de sintetistas que os traje por estos lares hace un año. Synthomes, donde Carlos Suárez, Antonio Luís Guillén, Javier Piñango y José Guillén compartían proyecto con Jose Luís Maire. Su pieza, titulada "L'oiseau Est Chanté Par Son Chant" y tocada al Modular Eurorack / Korg Ps-3200 era una colonoscopia en toda regla a Riley en su celebérrima "In C"

Ahora, editado por la discográfica / comuna artística de culto OIGOVISIONES LABEL, Maire medita sobre un etérico musgo existencial que se desplaza con la lentitud vital de las Plantas en lo que podría ser el reverso oscuro y putrescente de Mort Garson en Mother Earth's Plantasia (1976). Dicho de otro modo, el artista alimenta nuestras neuronas con un firme oleaje sonoro luminiscentemente sináptico; evento que transcurre en un plano `real y tangible´ en tanto en cuanto esa Kundalínica Tercera Vía (que es sónica) consigue que el Sistema Límbico drene los líquidos restantes abocándolos a un mar de serotonina que se agita con la tempestad de un oleaje neuronal tras un ingesta masiva de Litio.

Sigo un poco sobre los datos técnicos y vuelvo a pajas mentales luego.

Preciosa edición limitada a 50 copias nuevamente pergeñada por GranBengala y masterización de Rubén Suárez. Las características organolépticas del producto, las siguientes:

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Overcover on 100gr white vegetal papyrus
Cover on 250gr Materica Limestone cardboard
Inlay on 215gr Nettuno Green Foresta paper
Black paper bag for Cd
PE protective sleeve with OV sticker
Hand-cutted & hand-assembled

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Dos largas piezas en formato Suite que completan entre las dos 60 minutos,  sumergen al oyente en una (vuelvo a citar) pitagórica música de cámara electrónica que vibra en la misma longitud de onda que una Shruti Box o las cuerdas vocales en el Throat Singing tibetano (o de las estepas Mogolas). Música sísmica que modifica insidiosamente los estados de conciencia gracias no a la repetición (aquí no se repite) sino a la elongación de un mismo TONO que se perpetúa con ligeros cambios difíciles de identificar. "Botanical Melancholia", de 35 minutos de duración, parece estar compuesto por dos de esos tonos antes citados. Uno impertérrito y solemne, el otro algo más sinusoidal y enterrado en la mezcla (ligeramente antropomórfico en el sentido de que se asemeja a lo vocal), ambos se bilocan y alternan a placer con un tercer elemento que aporta musicalidad. Ese tercer elemento en discordia son puntuales efectos cercanos a una guitarra eléctrica ultra procesada (imposible no acordarse de Sunn o)) y similares), además de diversas irrupciones de un sonido mucho más agudo y chirriante que zurce y vertebra toda la composición. 

El efecto es ultratriposo y ácido, antojándoseme cercano a una apócrifa banda sonora del Ritual de Recogida del Peyote entre los Huicholes, llegándose a un punto en el que los sentidos te engañan y es difícil saber si escuchas guitarras, instrumentos de viento o es todo cosa de la ingesta del cactus y las visiones simbólicas de La Caza del Venado Ctónico. Por tanto, es cuando vas entrando en el tramo final que te das cuenta que has estado asistiendo a una melodía a la que se la ha diseccionado en temporalidad y pasado por un (anti) alambique destilatorio, haciendo justo lo contrario a lo habitual de su funcionamiento: con la gota ultra compacta ha invertido el proceso peristáltico para crear un jodido océano. Dicho de otro modo, si mis pulmones fueran ciclópeos, "Botanical Melancholia" transcurriría durante la exhalación.


Y pasamos de lo anterior a "Weedy Intimacies"; como si de un Pipe Organ en la vieja Constantinopla Bizantina, estalla en nuestros tímpanos un Drone de Amor Cortés que te oprime el pecho con cada una de sus expulsiones de aire. Electrónica Ambiental tan resonante, hermética y bella que pudiera compararla con Fulcanelli y sus descripciones catedralicias. Imaginaos estar de campamento con vuestras tiendas puestas en la solería mayestática de Hagia Sophia en Estambul. De repente alguien coloca unos inmensos porros de hachís en las salidas de los tubos del órgano y le da a las teclas para regocijo de los acampados. Es la fiesta de la Hierba y en cada exhalación del órgano los destellos de oro son los toques de piano que J.L. Maire mete como andamiaje y segunda línea melódica.

No voy a añadir más a esta obra maestra. El minimalismo es tan grande como quieras que sea.

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