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martes, 23 de agosto de 2011

SENOGUL Y LA DECONSTRUCCIÓN DE UN MULTIVERSO



SENOGUL Y LA DECONSTRUCCIÓN DE UN MULTIVERSO

Hacía quizá eones que Cabeza de Caballo SENOGUL había perdido la memoria. Como anclada a un antiguo y erróneo suceso yacía condenada a repetir una y otra vez los mismos actos y pensamientos bajo aquella añeja máscara que ocultaba su rostro. Desconocía su verdadero pasado, y no recordaba nada salvo despertar una fría mañana bajo opresivos nubarrones de ceniza en el exterior de aquel viejo hangar. Sin apenas deseos ni necesidades, en un eterno sueño sin pasiones, Cabeza de Caballo solo recordaba una palabra que pronto se convirtió en su propio acervo y pasó a engrosar la lista de los pequeños recuerdos que como imágenes impresas a veces asaltaban su mente... SENOGUL. La palabra repiqueteaba una y otra vez contra su vacío almacén de recuerdos, rebotando en los hondos recovecos de su sistema nervioso... ¿un nombre?... ¿un lugar?... pero solo recogía vacío. NADA.
SENOGUL no era capaz de emitir un lenguaje coherente, pero sí que profería extraños sonidos susurrantes que a veces, en la oscuridad de la noche, podrían semejar ominosas nanas espectrales, que recordaban a extraños cantos perdidos, cuentos contados bajo la hoguera de la vieja BUANGA, otra palabra que se repetía en las silenciosas y ventosas noches, al amparo de aquel viejo hangar semiderruido. BUANGA... ¿qué significaba aquella palabra?.
Vestía un añoso pijama manchado de aceite, pero a pesar del amenazante y oscuro clima del lugar, no tenía frío ni calor. Su compañía se reducía a un malparado gato negro, lleno de infectas úlceras ponzoñosas que parecía que no iban a cicatrizar nunca, y a una tremenda serpiente verde que recordaba el jade chino que venía diariamente a beber al embarrado riachuelo que bordeaba el hangar. Ambos animales eran su sola compañía y parecían establecer entre todos una extraña trinidad de existencias, cual puzzle o jeroglífico difícil de resolver, pero que a pesar de lo extraño de sus partes, tenían una posible pero única solución.
En estas diatribas y bajo ningún orden ni prioridad aparente, SENOGUL veía pasar el día alrededor del hangar. No le preocupaba realmente su pasado, de donde provenía ni que había mas allá de las ardientes colinas que se veían a lo lejos, y es que cual oasis en un desierto, la zona alrededor del hangar conservaba viejos matorrales y árboles frutales que contra toda lógica resistían al empuje del artificial fuego que amenazaba con borrar aquel pequeño reducto y reducirlo a cenizas.
Y cenizas era lo que llovía constantemente sobre el terreno, y SENOGUL se refugiaba en un pequeño cobertizo detrás del hangar lleno de antiguas herramientas y botes metálicos de un metro de altura. Nunca le había dado por explorar aquel viejo cobertizo, pero ese día se encontraba nerviosa y la tormenta eléctrica desatada en el exterior pugnaba por romper su equilibrada calma. Bajo la luz de un relámpago que pareció durar eternamente, SENOGUL vio aquel viejo símbolo en la lata.... una llama ardiente sobre un signo en cruz... e inmediatamente viejas y perdidas conexiones neuronales trabajaron, segregaron serotonina y produjeron recónditas sinapsis olvidadas.... SOPA COLORÁ... ardiente magma... Y RECORDÓ: aquellas verdosas latas contenían NAPALM...
Y la catarsis sobrevino. Pues recuerda SENOGUL aquel viejo helicóptero de combate sobrevolando hectáreas de verde impenetrable, de barrancos sin fin y ríos al amparo de un tórrido sol. El gel ardiente que el viejo general llamaba socarronamente la "sopa colorá" cayendo sobre el terreno, incendiando PARANÁ hasta su último estrato, cual epidermis infecta que hay que desbridar...
PARANÁ, Provincia de Entre Ríos... ARGENTINA.
Dios Santo, mas recuerdos: el helicóptero de combate es un NIGHSTALKER 934 que sobrevuela las atemorizadas calles. Mas Napalm. Gente ardiendo... y de pronto un reflejo en un espejo. La palabra SENOGUL se ve reflejada durante un instante en ese recuerdo que pugna por irse de un momento a otro... SENOGUL es la palabra impresa en aquellos pequeños misiles anclados al helicóptero, que por azares del destino se ven reflejados en el espejo sobre su cabeza. Vuelve la cabeza y ve que la palabra impresa es LUGONES, bajo un extraño símbolo que hace que el corazón le de un vuelco... y comprende que van a volar la zona, que la infección es incontenible y que hay que barrer esa zona del mapa.
Veinticinco míseros años tiene la Teniente Coronel Silvana, nacida en un pueblecito de los alrededores de BUANGA, en Oviedo. Recuerdos que se agolpan en su mente de su niñez y adolescencia bajo eternos bosques y niebla impenetrable... y de repente una oleada de napalm que se derrama de una lata defectuosa y el helicóptero se convierte en un infierno, en un maremágnum de llamas y carne quemada; hierros que se retuercen y el helicóptero se precipita a tierra... Y SOBREVIENE EL OLVIDO.

CONTINUA EN: RECUERDOS DE EVOCACIÓN SONORA

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