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martes, 12 de julio de 2011

RELATO: QUE CAIGAN LAS MÁSCARAS



La noche no era especialmente fría, pero sí era desolador y pétreo mi interior. Como aquel que se asoma a un abismo insondable a sabiendas de que cualquier soplo o ligero movimiento puede llevar a engullirlo, traté de apretar los dientes y hacer regresar las lágrimas al lugar de donde habían venido. Pero hay verdades anunciadas a gritos previamente... muertes que se veían venir desde hacía mucho; acaso todavía sus corazones latiendo por su obstinado deseo de vida.

Y allí estabas, paseando un perro de raza... de raza chucho, pero que tú querías y que te recordaba a tu mas tierna niñez. El perro me ladró, ya que nunca fuí santo de su devoción. Hacía días que no te veía; hacía días que estaba sumido en el más negro de los pozos, incomunicado aunque rodeado de gente.

Yo sabía que el futuro no iba a ser fácil. Sabía que te estaba perdiendo, sumido como estaba en un mar de dudas. El diagnóstico siempre es claro cuando se conoce de antemano... cuando ya veías venir a kilómetros de distancia la raíz del problema pero es duro separarse de la persona que veladamente y sin saberlo, amas.

Con la frialdad quirúrgica que solo un médico puede dar, te encuentras rodeado de palabras incomprensibles que identifican pero no definen. Pero nada importa cuando la soledad de la alcoba te acoge y un plátano te endulza el paladar... sueño químico, aséptico, tranquilo y profundo. Vivencias extremas de sudor, temblor y motilidad fina jodida... ¿dónde está mi deseo? ¿dónde está mi pasión? ¿quién me robó la erección que habría yo de regalarte? o peor aún; ¿qué cúmulo de pensamientos te robaron de mi lado?.

No importa, porque como digo, allí estás ajena a todo, paseando a tu perra. Tu ventana he visto encendida muchas veces pero nunca me atreví a acercarme. Ha llegado la hora de contar la verdad, de enfrentarse a lo nuevo...

ES LA HORA DE MI CARNAVAL... QUE CAIGAN LAS MÁSCARAS.

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