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miércoles, 20 de noviembre de 2024

#34 FANCINE: CRÓNICA MARTES 19

Como casi todas las dudas del tipo `esta película tendría que verla pero aquella otra es que hay que verla´, me dejo llevar y decidir justo en el momento de sacar la entrada. Me apoyo en la mini cornisa, miro al infinito, soplo al viento mi flequillo, entrecierro un poco los ojos, inspiro profundamente, no fumo pero doy una calada invisible y lo peor... exhalo el humo invisible, muevo el cuello de lado a lado desactivando los nudos musculares, pongo mirada interesante al infinito y me desnudo, me pongo en la posición del hombre de vitrubio y dejo que los designios me invadan, pienso en Leonardo da Vinci pero no lo exteriorizo, me toco la.... la acreditación y dejo que decida por mí la experiencia. O Vigalondo o las Motosierras; misma hora, dos posiblidades. Multiverso. 

Ustedes me conocen de otras veces, de habernos leído e indagado. Vuelvo a vestirme, la gente detrás se va impacientando un poco, canto 3 mantras y me dirijo inexorablemente a la puerta de entrada. Ya sabéis lo que elegí, no?.

Infinite Summer (Miguel Llansó / Estonia, España; 2024)

Durante las vacaciones de verano, Mia y sus amigas prueban una app para meditar que produce experiencias psicodélicas y afirma alterar sus formas corporales. Cuando una de las chicas acaba en el hospital y la otra escapa de milagro, Mia se enfrenta a la disyuntiva entre salvar a sus amigas y confesar ante la policía o unirse a ellas en un viaje hacia lo desconocido. 

No sabía nada del realizador del nacido en Madrid y afincado en Etiopía, Miguel Llansó, desde aquella irreverente y magistralmente divertida Jesus Shows you the Way to the Highway de 2019. A un ritmo más pausado y con temas de fondo como el transhumanismo, la medicación trascendental, las aplicaciones y la tecnología, Infininite Summer es una joyita a reivindicar plagada de momentos lisérgicos visualmente muy bien llevados a cabo y que bueno, para mí podría ubicarse a la perfección dentro de la sección Fantástico Nacional. Cine por tanto de autor, distinto y sin vocación de taquillazos, pero con un tremendo encanto y es que al fin y al cabo, este es el tipo de películas que más disfruto de FANCINE.

El surrealismo y lo bizarro en Llansó se han estilizado mucho más para centrarse en un relato coherente plagado de reflexiones y que transmite sosiego y calma en sus fotogramas. Me encanta el ritmo narrativo casi surrealista que tiene y la resolución me parece perfecta dentro de su arriesgadísima propuesta que, tal y como se ve en los créditos (de sus dos anteriores películas también) tiene que tirar bastante de coproducciones para financiarse. Os invito a que busquéis algo de la vida y anécdotas de Llansó porque no tiene desperdicio. Eso sí, me hubiera encantado algún cameo de Daniel Tadesse.

Jupiter (Benjamin Pfohl / Alemania; 2023)

La familia de una adolescente cae en un culto cósmico que promete la salvación a través de una existencia superior en Júpiter. En este contexto, la joven debe decidir si sigue a sus padres o forja su propio camino en la Tierra.

Remake de un corto del mismo nombre y mismo realizador germano Benjamin Pfohl, Jupiter es un drama en toda regla con trasfondo sectario, sutiles aromas a Thriller en su último tramo y que nos mete de lleno en ese saco de la vulnerabilidad en la adolescencia, la responsabilidad paternal y por supuesto, la peligrosidad de las ideas en momentos de debilidad existencial. La película en sí no está mal, es de buena factura y las interpretaciones son correctas pero para mi gusto es algo plana e insustancial en su acabado. Predecible al máximo (lo cual no tiene que ser un defecto pero aquí lo es), como experiencia cinematográfica va justita, a lo que no ayuda en nada la resolución final de la trama.

Pero a ver, la realidad es la que es y Jupiter trata de reflejar algo real y en eso cumple a la perfección. Me resulta curioso y chocante el orden que he elegido hoy para las películas y las similitudes entre Infinite Summer y Jupiter (vale, similitudes relativas) pero es que la segunda acaba siendo el reverso oscuro y tenebroso de la primera.

Chainsaws Were Singing (Sander Maran / Estonia; 2024)

Tom y María se enamoran a primera vista, pero su romance se ve interrumpido con la súbita aparición de Killer, un maniático con una motosierra, que secuestra a María y la lleva a su guarida. Mientras tanto, para rescatar a su amada, Tom intenta perseguir al psicópata con ayuda de Jaan, un tonto de buen corazón a quien se encuentra en el camino, y un par de torpes policías. 

Quien no entienda que los Festivales de Cine están hechos para que películas como esta Chainsaws Were Singing puedan existir es que están algo despistados. Multipremiada, genial, divertida y aberrante a partes iguales, estamos ante un capítulo apócrifo de Monty Python Flying Circus con trasfondo campy, gore y lo mejor de todo, convertido en un musical adictivo. Funciona a todos los niveles... en lo gore, en lo visual, en los chascarrillos y bizarrez de sus personajes, en los imposibles diálogos y en unas tonadillas que se te quedan en la cabeza. 

Me hubiera encantado una Sala 1 a rebosar, tener las letras de las canciones y a los realizadores y que toda la sala hubiéramos podido hacer coros o algo. Por cierto, impagable la escena del `solo´ de motosierra por decir una sóla, porque Chainsaws Were Singing no tiene ni un minuto de desperdicio. Desde ahora busco la banda sonora como agua de Mayo.

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