Mi primer contacto con Bladimir Ros a través de un ignominioso camello musical ocurre en 2017 a través de una especie de Demo (aquí) que sorprendiendo a propios y extraños tuvo bastante repercusión en las estadísticas del blog (allá por las 600 visitas). Claro que vista la raíz de donde viene la banda es bastante comprensible.... una leyenda como El Luto del Rey Cuervo y los recovecos Zaragozanos donde se acumulan cucarachas góticas con monóculo y copa de bourbon. Más se me abrió la mandíbula cuando caté el homónimo, difícilmente describible debut de 2019 y a borbotones movía los dedos intentando describir con palabras lo que se sentía al escuchar las letras melancólicas, nostálgicas y con un punto irónico de estos genios atribulados. La sensación general (sutil y extraña) era de estar en pleno cabaret prohibido en la Transición, donde un estilete en un botín podía general de en cuestión de instantes un auténtico carnaval de sangre... sangre que por cierto suele ir mezclada al amor y la venganza de, como bien cantan Lagartija Nick, `una España en Guerra´. En cualquier caso, recomiendo introducirse en la idiosincracia propia de la banda a través de los diversos enlaces previos que he ido dejando, que imagino ayudarán al profano a la conversión, y a los conversos antis a la anatema.
La picaresca, lo ciercense y el teatro ambulante en noches inacabables me abofeteó fuerte cuando los vi en directo hace un par de años (2020), justo el ecosistema donde se mueven a la perfección y uno nota que esta gente más que tablas en directo tienen un andamio de Titanio. Solvencia no, MAESTRÍA. Y es por eso que cuando abro este impresionante Gatefold doble y veo los créditos, la información y el tracklist (ahí quedan testimoniados temas que no pensaba que iban a tener registro en físico), me pongo el álbum una docena de veces y reflexiono, que me doy cuenta de que estoy ante una titánica tarea. Los motivos son obvios; por un lado, es impresionante cómo no decae la calidad ni un solo instante en 80 minutos y por otro, el original eclecticismo del que hacen gala.
La Batalla por las Tabernas crece y crece con las escuchas. Descubres detalles y líneas sutiles en la retaguardia batallando una guerra de guerrillas sonora que lo mismo te garrapiña en tango que te dronifica en sábanas de Noise (dejadme que espacie las letras) e l e g a n t e... pero ojito, sin perder nunca el norte, sabiendo que esto es un disco de canciones y que la melodía, pese a quien le pese, es lo más difícil a día de hoy de llevar a cabo. Es más, al igual que el mal encarnado en la tierra tiene acciones compradas del American Songbook, por los callejones Zaragozanos existe un cancionero Bladimiriano susurrado y transmitido de boca a oreja que comentan los entendidos que relaciona la Democracia al Vermú. Dicho todo lo cual, vamos a ir soltando información:
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BLADIMIR ROS son: Ros Beret (voz), Carlos Chauan (guitarra eléctrica, piano), Sergio Pons (guitarra acústica) y Roberto García (batería).
Para que toque el bajo le meten escopolamina en la bebida a Julio Lafuente y en la oficina del padrón del Barrio consiguen aliar para la causa a: Tomás Basabilbaso (piano, teclado y marimba), José María Bermejo (acordeón), Ernesto Cossío (guitarra española), Nicolás Chauan (clarinete), Miguel Ángel Chesa aka Bob (mandolina, bandurria y serrucho), Marcos García (slide guitar), Thomas Kretzschermar (violín), Miguel Ángel Laita (trompeta), Roberto Laita (trombón) y Edu Mecanismo (esmeril, cadenas y radial). Los arreglos son de Tomás Basabilbaso y Juan Miguel Sánchez, con grabación y mezcla en Estudios Inguz (Zaragoza) y (espectacular) diseño y fotografia respectivamente de Óscar Baiges y María Menéndez. Doble Lp gatefold con acabado brillo que editan Discos del Amor y del Odio y Producciones Sin/Con Pasiones.
Si te parecen pocos, invítalos a una cena.
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PRIMERA PARTE: CARA A y CARA B
"Nuestros Nietos lo Harán Mejor" arranca el cabaret poniéndoseme los vellos de punta. Melodía preciosa de acústica, acordeón y violín subrayando unas letras que remueven tierra reseca en las Hurdes o rememoran esas imágenes de gente comiéndose la cal y yeso de las paredes. Un himno al desarraigo hundiendo raíces en esa oscura Zaragoza primitiva, en ese goticismo cañí de primeros Gabinete... pero todo arrastrado y pseudo Folk (como la Nueva Canción Catalana pero en versión organillo y cucurucho de galleta infecto), con el timbre vocal característico de Ros Beret que se te pega como mojar algodón de azúcar en un vaso de whisky. Sin casi solución de continuidad entra el ritmo latino cubanísimo para "Habanera del Buhuhú", lubricando gónadas al ritmo de un tango conducido con una maestría vocal que rememora a las mejores agrupaciones que ha dado el Pop Rock en los dorados 80 en esta península. Big Band versus un disco de esos de baratillo con Cole Porter al piano, swingeamos y damos vueltas y vueltas alrededor de los recuerdos ("con los viejos fantasmas de los buenos amigos, por todas las estrellas que hoy me velarán. Para unos, hombre libre, para otros, un mendigo") con el regusto ácimo al paladar que da el vino que se pica y torna séptico, brilla sobre todo el tramo instrumental último con regusto a Surf crepuscular (siempre, siempre sempiternos los trémolos de lo que creo es la bandurria). Ah, y los coros... esos coros.
"Nocturna" en modo balada derrama unas letras cercanas a Panero. Triste, muy triste la base rítmica que se limita a mecer el ritmo para que se luzcan piano y acústica, aunque en la parte final flotan teclados luminosos. Si me pellizcas un pezón, te digo que me suena a los boleros de Corcobado y si me pellizcas un huevo ya te estás pasando. Himno a la mendicidad urbana, al orín de las esquinas y la miseria de las grandes urbes. Vaya calidad de disco... entra "Juárez" (me falla la memoria y no sé si la escuché ya en directo) ululando una ranchera cavernosa con un tempo al ralentí, recordando el abordaje de la guitarra a los últimos proyectos de Javier Colis; la cadencia es tan flotante que resulta tan desasosegante como intentar nadar a brazas en el mar muerto (joder, los que lo hayáis hecho, sabréis a lo que me refiero).
Cantinas, barricas y podredumbre existencialista, con un maravilloso solo de guitarra para preludiar al grandioso "El Chatarrero" que ya es marca de la casa, siendo la primera vez que se registra en estudio (enorme en directo); las melodías cuasi klezmer o quizás sonando a Circo Polaco en descomposición, brilla el estribillo con ese meditabundo clarinete (casi parece el entierro del elefante en Santa Sangre). Spoken word recogiendo el testigo de Los Chatarreros (cómo no) de Sangre y Cielo. La poesía y lo abstracto copulando en un cabaret dadá... y sube y sube la intensidad y rezuma la bilis; imposible no acordarse de los soliloquios anarco-morales, road movies letrísticas ciclópeas e inexpugnables de 713avo AMOR. Que alguien me de la boina de pana y me afile la navaja, que salgo a saludar a un tipo...
Sobria y metálica como saludar con tu lengua a un yunque de herrero, Beret literalmente se sale a la voz en la bellísima "Argèles-sur-Mer". No sé si es por los teclados y los fondos electrónicos (sutiles) pero algo me recuerda al Palestina de El Luto del Rey Cuervo. No puedo obviar lo que dije hace unos párrafos tampoco... no sé si tanto por la temática de algunas letras como la estructura que a veces roza la (coger entre comillas) ópera Pop Rock, pero los Lagartija Nick de Los Cielos Cabizbajos (sobre todo los tramos más minimalistas) andan (de puntillas pero andan) por aquí. Sigue la 100% Bladimir Ros y conocida "Volodya", que al igual que una vieja canción de piratas de Salgari invita al jolgorio mezcla de alcohol y opio. Voy a grabársela a Volodya Putin y mandársela junto a una bala de punta hueca a ver si le llega de lleno.
SEGUNDA PARTE: CARA C y D
"No os olvidéis el invierno que viene de mí.
GANDES!!!!
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